Quienes
no ven atardeceres
Para
algunas personas, pareciera que los atardeceres de la vida no existen. Martha
se ríe cuando conversa conmigo y me dice que el arte de vivir se encuentra en
tener siempre proyectos en función de futuro por los cuales luchar. Siendo una
persona de casi un centenar de años, que lo diga ella no deja de causar una
gran impresión, no sólo por la edad que tiene, sino porque de esa manera ha
llevado su existencia, sintiendo que ha sido exitosa en la forma como ha conducido
su vida, pero por encima de todo, porque me dijo la última vez que hablamos de
que era profundamente feliz
Vidas
agitadas
Cuando Martha habla del tiempo que le ha tocado vivir, es
enfática en señalar que la vida es muy dura y no hay forma de que no tengamos
que lidiar con las más agrias vicisitudes y extravagantes desafíos. Por eso, me
dejó paralizado cuando me dijo que ser viejo era para sentirse orgulloso y
suprimiendo las citas de rigor y las referencias bibliográficas, a capela, mientras
lo decía de manera musical, me repitió, casi sin quitarle una coma, un fragmento
sobre la vejez que publiqué en el libro de mi autoría Los cambios
psicológicos. Haciendo alarde de su magnífica capacidad de memorizar lo
leído, Marta dijo:
-Como si se tratara de un término peyorativo, a la vejez se
le suele cambiar el nombre con alguna frecuencia. “Tercera edad”, “adulto
mayor”, “etapa de los años dorados” y otras múltiples maneras que en realidad
son intentos eufemísticos con los que se trata de adornar el término VIEJO. La
vejez es de las etapas más fructíferas y venerables de la vida, debiendo ser
aceptada por la sociedad de la época en su justa dimensión. A fin de cuentas “…
dejamos de ser niños”, pero… “todos
vamos pa’ viejos”. A menudo se estereotipa a los ancianos. Estos estereotipos
pueden incluso originar actitudes y políticas que desalientan su participación en
el trabajo y en las actividades recreativas. La vejez no siempre ha inspirado
temor a la gente. En la Biblia, se plantea que los ancianos poseen una gran
sabiduría. En China, en Japón y en otras naciones del Lejano Oriente se les
venera y se les respeta en la tradición de la piedad filial. Por ejemplo, en Japón más de tres de cada cuatro
ancianos viven con sus hijos y se les muestra acatamiento en diversas
actividades ordinarias. Los aspectos físicos del envejecimiento rigen muchos de
los cambios y de las limitaciones propias de esta etapa de la vida. El
envejecimiento es un fenómeno universal. Ocurre antes en algunas personas y
después en otras, pero es inevitable. Todos los sistemas del organismo
envejecen incluso en condiciones genéticas y ambientales óptimas, aunque no con
la misma rapidez. En casi todos los sistemas corporales estos procesos
comienzan en la juventud y en la madurez. Muchos de los efectos no se perciben
sino hasta en los últimos años de la adultez, porque el envejecimiento es
gradual y los sistemas físicos poseen una gran capacidad de reserva. Muchos suponen que el intelecto de los
ancianos decae de un modo automático. Por ejemplo, nadie se sorprende si un
joven o una persona de mediana edad se prepara para asistir a una fiesta y no
recuerda dónde dejó el abrigo. Pero si el mismo olvido se observa en un
anciano, la gente se encoge de hombros y dice: “La memoria empieza a fallarle”
o “está perdiendo el juicio”. Con la senectud disminuye la rapidez del
desempeño mental y físico. Por lo regular, los ancianos muestran mayor lentitud
en los tiempos de reacción, en los procesos perceptuales y en los procesos
cognoscitivos en general. Aunque esto se debe en parte sin duda al
envejecimiento, en parte también puede deberse a que los ancianos dan a la
exactitud mayor valor que los jóvenes. Aunque muchos ancianos conservan las
capacidades de memoria y adquieren la sabiduría, algunos presentan un deterioro
notable de su funcionamiento cognoscitivo. Puede ser temporal, progresivo o
intermitente. En algunos casos es pequeño y dura poco, pero en otros casos es
grave y progresivo. El deterioro puede deberse a causas primarias o
secundarias. Entre las primeras se encuentra la enfermedad de Alzheimer (un
tipo de demencia) y la apoplejía. En el caso de la demencia, aparece confusión,
olvido y cambios de personalidad crónicos que a veces acompañan a la senectud.
Muchos temen la demencia, pues creen erróneamente que es parte inevitable de la
vejez. Para ellos hacerse viejos significa perder el control intelectual y
emocional, convirtiéndose así en personas desvalidas e inútiles que llegan a
ser una “carga” para su familia.
Esas fueron las palabras de Martha. Para mi gran
satisfacción, quedamos en volver a vernos en un par de meses.
Publicado
en varios medios de comunicación a partir del 06 de agosto de 2023.
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