De
causas sanas y malsanas
Difícilmente
cuestionaremos la genialidad de un autor. Más difícil es no ser capaz de
valorar una obra cuando su valía es aplastante. De ahí que aquellos individuos
con talentos especiales tienen ganado en el espíritu de cualquier sociedad, la
impresión de que son personas mentalmente aventajadas, capaces de tomar buenas
decisiones, al punto de que lo político, que suele ser de fácil análisis y de
dominio populachero, adquiere una suerte de excesiva relevancia cuando es expuesto
por una persona a quien creemos virtuosa o le reconocemos talentos especiales. De
personas con cualidades asombrosas que enarbolan las banderas más erráticas se
encuentra plagada la historia de la civilización. La participación de personas
con grandes talentos en causas en donde se deja a un lado la escrupulosidad
suele ser una de esas situaciones que de tanto ocurrir, son susceptibles de ser
analizadas, caso por caso.
Genio
y figura
El
asunto del intelectual comprometido con una causa y su apego a los desvaríos
que esta pueda tener, son un problema clásico que necesariamente vuelve a estar
presente en las cosas que reflexionamos. Nos lleva de nuevo a tener que
disociar o hacer el ejercicio de tener que separar la obra del artista y los
errores o desatinos (si es que se pueden llamar así) que el virtuoso pueda
tener. En el país donde nací, 911 intelectuales firmaron un documento de apoyo
a un clásico tirano caribeño, por allá en el lejano siglo XX. Muchos de ellos
están arrepentidos de haberlo firmado, porque se trató de una frivolidad
monstruosa que se revirtió y persigue como sombra macabra a muchos de esos
firmantes. En su momento, los argumentos que esgrimió cada uno de ellos, se
pueden interpretar como una deriva de la necesidad de que el intelectual se oponga
al poder establecido como un acto de enfrentamiento a la figura de autoridad,
que en la mayoría de los casos se transforma en un cheque en blanco que termina
siendo agua para el molino de una causa malsana. Eso ocurrió en Venezuela con
la firma de los 911. Apostaron por cuestionar las entrañas de un sistema que
estaba medianamente en equilibrio, apoyaron a otro sistema cuestionable en sus
postulados éticos y sus acciones del día a día y desataron el monstruo de una historia
inmanejable que terminó por desguazar a Venezuela. No es propio de gente
prudente jugar con fuego. Una cosa es apoyar una causa desde la comodidad de
verla a la distancia o en carácter de turista y otra es padecerla en carne
propia. La ligereza de juicio tiende a salirse con las suyas, incluso en los
cerebros mejor valorados.
Intelectuales
con hojillas
Con un
amasijo de ideas dando vueltas en la cabeza y un amargor profundo en el
corazón, se puede a llegar a acabar con lo que nos pase por delante. El “intelectual”
como figura que estudia y emite juicios, puede ser atinado y constructivo a la
hora de compartir sus creencias. También puede ser profundamente peligroso (en todos
los ámbitos), si su poder, que es el poder de intentar expresar lo que piensa
con claridad, yerra la causa de lucha y el panfleto sustituye el pensamiento.
En la historia de lo humano, el elemento revanchista se apodera de la idea de
que existen cuentas por cobrar. La realidad termina por señalar que esas deudas
debieron ser condonadas. Muchas veces perdiendo se gana.
Las
trincheras del resentimiento
De
pasiones está constituido la esencia de lo humano y muchas de estas son ramplonas
expresiones de disconformidad personal con ausencia de objetividad para ver la
realidad. El caso venezolano es un pase de factura, entre otras cosas, de los
errores que cometieron muchas de las personas más cultas y serias del país, en
un momento en que surgió (incluso precedió) la suicida épica revolucionaria. La
obra que trasciende, lo logra porque llega a comunicar asuntos de carácter
universal que pueden ser compartidos por muchas personas. Cuando el tema de la
política atraviesa al artista, es muy probable que lejos de defender causas
justas, se termine por hacer eco de los más ramplones eslóganes y posiciones de
lucha en donde aflora el resentimiento y las pasiones nocivas. Por eso, el
intelectual comprometido, lo debe estar en primer lugar con su obra. Para lo
demás suele encargarse la historia, que en términos generales tiende a poner
cada cosa en su lugar.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 31 de julio de 2023.
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