Si se tiene claro a dónde se
quiere llegar, es posible que el camino se haga menos pesado. Incluso en esas circunstancias
un dejo de duda es necesario. Pero, cuando se tiene la seguridad absoluta de
cuál es el lugar a donde se quiere arribar, sin dar cabida a ninguna clase de
cuestionamiento, podría emerger el fanatismo o la falta de pensamiento
medianamente argumentado. La mentira, a pesar de tener patas cortas, suele
impresionar inicialmente, mientras nos damos cuenta de que se trata de
representaciones de lobos vestidos de ovejas.
Conceptos y farsas conceptuales
Hay términos difíciles de
atrapar, como el de felicidad o el de salud mental. Cuando tratamos de conceptuar
la felicidad, la cosa se nos complica, porque lejos de condiciones de carácter
espasmódicas, la felicidad pareciera que tiene más que ver con mantener la
mayor cantidad de equilibrio la mayor parte del tiempo. Algo parecido pasa con
el concepto de salud mental, que dice mucho y no dice nada, porque eso que tipificamos
mentalmente sano es un asunto de carácter estadístico que tendría que ver con
la posibilidad de mantener la mayor cantidad de equilibrio la mayor parte del
tiempo, como lo es también la felicidad. Es sano recordar que la “salud mental”
no es una disciplina ni mucho menos una profesión. Es un concepto de corto
alcance y mucha sonoridad, del cual no podemos apreciar su presencia, pero
lamentamos de manera terrible su ausencia. Por eso es por lo que las disciplinas
que tratan de mantener el equilibrio se tienden a enfrentar a múltiples formas
de caos y desorden, lo cual va de la mano de la historia de la civilización.
Si la meta es una ilusión, el
resultado será fallido
Si no tenemos idea de cómo
podríamos asimilar un concepto, mucho menos vamos a poder llegar a materializar
el mismo. El ejercicio de pensar bien vale la pena y lejos de repetir eslóganes
o formulitas prefabricadas, para poder avanzar hacia espacios mejores,
deberíamos tratar de aclarar las ideas y hacer a un lado aquellas creencias que
lejos de ayudarnos a construir, se terminan por convertir en pesados lastres
que vamos arrastrando y nos van minimizando nuestra capacidad de movilizarnos
con agilidad. Si el postulado inicial es falso, todo lo que hagamos será
fallido.
Soluciones probadas: fallidas
y exitosas
En general, la experiencia, o
sea el aprendizaje, debería servir para no repetir los mismos errores. Es más
que consabido que si seguimos haciendo lo mismo, seguiremos obteniendo los
mismos resultados. De ahí que cualquier intento por cambiar las cosas para
bien, obliga a pensar mal de aquello que tiende a separarnos y a generar divisiones
y quiebres en el tejido de una sociedad. Por el contrario, aquello que es
proclive a unificar en relación con construir una causa común, tiende a generar
mayores estados de equilibrio en las dinámicas sociales que vamos construyendo.
En esta suerte de neo inquisición en la cual se ha venido transformando el
siglo XXI, es casi inevitable tomar partido para que grupos ultra minoritarios
no se salgan con la suyas, porque generan falaces matrices de opinión que incluso
tratan de convencernos de que los postulados más sencillos son falsos. Es buen
tiempo para usar binoculares y lupas que nos permitan detectar sofistas de baja
monta, tanto de lejos como de cerca. Los vendedores de ideas pululan en nuestra
contemporaneidad y tarde o temprano tendrá que imponerse el siempre triunfante
principio de realidad.
Tiempos de esperanzas
Lejos de asumir una posición
desesperanzada, creo que los asuntos de la contemporaneidad tienden a poder resolverse
con la vieja fórmula de intentar ser capaces de discernir entre ética y moral.
Lo moral es lo que consideramos bueno y malo en un momento y en un lugar
determinado. Lo ético es mucho más ambicioso, por cuanto se trata de realizar
el ejercicio filosófico de pensar en una supra moral, que sería una manera de generar
una moral universal. La ética es crítica que se hace sobre lo moral y es un
intento de universalización de lo bueno y lo malo, independientemente del contexto.
Probablemente el ejercicio ético jamás termine, porque hay tantas morales como
sociedades hay en el planeta. Pero el desafío está ahí. Presente y latente,
invitándonos permanentemente a hacer el esfuerzo de intentar conceptualizar una
manera de hacer que el mundo sea un lugar para todas las personas de buena
voluntad.
Movimiento, acción y reacción
Los que piensan que el mundo
es estático, se equivocan. No solo porque el cambio y el movimiento son
constantes sino porque ante cada acción, la tendencia es que aparezca una reacción.
Esa confrontación de fuerzas potencialmente da cabida al equilibrio, que por
una especie de fatalidad propia de lo humano y de los sistemas, una vez que se tiende
a alcanzar el mayor grado de moderación, la tendencia es a romperlo. En esas se
nos van las energías, las cuales tienden a renovarse conforme mantenemos en
alto el espíritu combativo y las cosas que hacemos para crear puedan superar a
aquellas que tienden a destruir.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 14 de agosto de 2023.
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