Nadie imaginó que después de la “paliza” que le dio su tía por no
querer colocarse los anteojos, Carolina iba a asumir una posición tan terca
como desafiante cuando en asuntos de lentes se trataba.
Inicialmente, luego de haber cumplido los cinco años, la maestra le
notificó a su tía que la niña tenía problemas visuales. El oftalmólogo fue
minucioso durante la realización del examen de la vista y le recomendó unos
anteojos de pasta rosada. Al principio la niña no mostró resistencia al
colocárselos. Pero a raíz de un terrible dolor de cabeza, rechazó el par de
cristales que habrían de modificarle su vida para siempre.
Luego de la “paliza” que le dio su tía por no querer usar los lentes,
Carolina no se los quitaba ni para bañarse, mucho menos para dormir. Hizo caso
omiso a las burlas de sus compañeros de clase y terminó por adorar aquellos
anteojos que la convirtieron en una niña “llamativa” e interesante. Después vino
una adolescencia en la que los anteojos no fueron impedimento para apreciar el
sabor a saliva rancia de su primer beso.
Tampoco fueron impedimento para la práctica del ballet, disciplina a
la que dominó con grado elevado de perfección. La fama de “intelectual” de
Carolina fue aumentando conforme pasaban los años, así que su “cara de
inteligente” (gracias a los lentes) la motivó a cumplir con toda una presión
colectiva que veía en ella una promesa intelectual. Ello la condujo a ser una
gran lectora; inicialmente porque le decían que tenía cara de lectora para finalmente terminar adorando
la lectura. Se licenció Carolina en Letras Clásicas con honores y entre las
dedicatorias que expuso en la tarjeta de invitación para el acto de grado y
luego la pertinente fiesta, no faltó la reseña de… “también dedico este logro a mis lentes”.
Su actual esposo le dijo poco después de haberse hecho novios: “Dos
cosas me llamaron la atención de ti: Tus piernas de marfil y tus anteojos
coquetos”. Lo cierto es que Carolina debe mucho de lo que ha obtenido en la vida
a esos cristales que la han acompañado hasta en sus dos partos. Su primer
trabajo, luego de la entrevista, estuvo enmarcado inicialmente por quien la
seleccionó: “Usted sí que tiene cara de inteligente, mija”.
Carolina y sus lentes, los lentes de Carolina. Pensar que al principio
no se los quería colocar. A todas estas ella suele preguntarse: ¿Qué hubiese
sido de mí si no uso lentes?
¿Nada como una “paliza” a tiempo?
Texto tomado del
libro de mi autoría Suelo tomar vino y comer salchichón.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarirónicamente lo que al inicio era visto como un denotativo del defecto visual con el transcurrir del tiempo se convertiría en un cultivador de notables cualidades las cuales hacen de Carolina un personaje interesante e inteligente, quien a fin de cuentas supo reconocer los atributos que le conceden sus inseparables amigos "los lentes".
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