El octavo mandamiento del catecismo católico “no
dirás mentiras ni falsos testimonios” se ha transgredido de manera exponencial con
el auge de las redes. Ahora lo llaman Fake news y se trata de la
normalización de la exposición al escarnio público de personas e instituciones,
generando matrices de opinión que son difíciles de erradicar. He sostenido una
y más veces que el lenguaje no solo es fuente de malentendidos, sino que
construye falsedades al punto de convencer a inmensos grupos poblacionales,
permitiendo que la mentira se viralice… literalmente. ¿Cómo lidiar con el
estropicio de que una mentira germine y se convierta en una larva en el cerebro
de multitudes?
La gran literatura francesa
Guy de Maupassant, escritor francés del siglo XIX,
es un cuentista perfecto. Bola de sebo es uno de sus relatos y
constituye una excepcional genialidad sobre la moral, los moralismos, lo amoral
y la infinita hipocresía humana. Una mujer se sacrifica en su centro íntimo por
sus compañeros de viaje. Inicialmente la aúpan para posteriormente denostar de
ella. Un sacrificio termina por convertirse en un acto de supuesto libertinaje.
El juicio colectivo no flaquea a la hora de atacar con saña al árbol caído y
termina por darse por satisfecho cada uno de quienes inicialmente apoyaban a Bola
de sebo (el apodo atroz conque llamaban a la mujer), cuando señalan con el
largo dedo inquisitorial que no se ha sacrificado por ellos. Es humillada
doblemente en nombre de la moral. Cuando leo a grandes escritores no hay manera
de que no me cautive su sabiduría. Mucho más cuando ahondamos en sus vidas
personales y nos damos cuenta de que vivieron varias vidas posibles en una sola
vida. ¿Cómo no admirarlos más cuando más humanos se nos muestran? Cómo me
gustaría que, en su afán por conquistar espacios, las nuevas generaciones
leyesen un poco más. O simplemente leyesen.
Carpe Diem
Es propio de las nuevas generaciones descalificar a
la que le precede. Forma parte de lo humano, de la historia de la civilización
y seguirá siendo de esa manera mientras haya gente en el mundo. Cada nueva
generación, de acuerdo con el ciclo de la historia que le haya tocado vivir,
tratará de hacer épica de su existencia. De ahí que los grupos emergentes,
tratando de apoderarse de los roles generales y crear una nueva sociedad,
intenten trastocar el orden establecido y fomenten variadas expresiones de caos
y anomia que con facilidad se estrellan con la realidad y no emergen o en el
peor de los casos ejercen controles sociales irreversibles e intentan cambiar
la sociedad, asunto este temerario en cada uno de sus ensayos. Por otra parte,
es propio de las generaciones que anteceden a las emergentes el pensar que todo
tiempo pasado fue mejor. Idea falaz y fallida, que lejos de generar sana
convivencia, se muestra reticente a los cambios inexorables de la existencia y
se termina por cultivar un conservadurismo disociado de las dinámicas sociales.
Así vamos oscilando y dando tumbos, en los que se intenta descalificar la
existencia y presencia del otro, cuando no de llegar al extravío de hacerlo
desaparecer. Uno esperaría que entre generaciones se diese una suerte de pacto
consensuado de supervivencia y que de vez en cuando se asomase la idea de que
aproximarse a una formación cultural es un elemento imprescindible para poder
guiar por buen camino a todo un colectivo. Otro asunto de interés es esa idea
occidental de que con la vejez se pierde poderío y presencia. Nada más falso.
Los reflectores incandescentes convierten a las nuevas promesas del sistema en estrellas
fugaces. Ser profundamente superficial no es un talento, a lo sumo una forma de
exposición efímera.
El triunfo de Bad Bunny
Las manifestaciones propias de la cultura popular
obedecen a un triple juego o a tres actores, si se quiere. 1. El mercader: En
su afán de lucro lanza cualquier clase de atractivos para el consumo. Funciona
como un pescador inescrupuloso que usa carnadas sin miramientos éticos. Ahí se
apuesta a ganar dinero. 2. El consumidor ávido de cosas nuevas. El joven, en su
afán de romper con cuanto le precede, está a la espera de novedades. Muchas
pasarán por delante de sus ojos y ni siquiera se dará cuenta que existieron. Es
un asunto de vinculación con lo que se anhela y no se posee (tampoco se tiene
claro qué es). 3. El milagro. Cuando se enlaza aquello que interiormente se
desea (romper con las figuras de poder y el orden establecido) y lo que el mercader
ofrece. Con apenas 26 años, Bad Bunny es un ícono cultural que muchos jóvenes
tratan de imitar, a quien las disqueras exaltan y recibe connotados premios. Las
díscolas (atrevidas, vulgares, temerarias, descalificadoras) letras de sus
canciones marcan una brecha entre grupos humanos, lográndose el fin último al
cual aspiran. Imagino en unas tres décadas a muchas parejas sintiendo nostalgia
por nuestro tiempo, emitiendo más de un suspiro cuando escuchen trap latino.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela, el
martes 2 de febrero de 2021.
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