Si se pudiera ir
directo de Venezuela hasta Estados Unidos, como durante décadas han hecho los
balseros cubanos, el Caribe estaría lleno de compatriotas, tratando de labrarse
un mejor futuro en esta vida. El asunto es que estamos en Suramérica, y la migración
de los venezolanos fue mayoritariamente por tierra hacia sus vecinos más
cercanos. Esa migración de carácter masiva, continua, ininterrumpida y con elementos
que permiten predecir una buena permanencia en el tiempo, fue provocada y el
escandaloso origen de ésta será tema para análisis por personas que cultivan
las más variadas disciplinas. Mientras tanto, en plena contemporaneidad,
seguiremos poniéndole la lupa de nuestro interés a este fenómeno inédito en la
región.
Migración y enfermedad
mental
Es un tema clásico de
la psiquiatría el estudio de las poblaciones migrantes. Tradicionalmente se ha
reportado, por ejemplo, que los migrantes de segunda generación (los que nacen
en el lugar a donde se arriba) constituyen un grupo más propenso a desarrollar
enfermedades mentales. Por una parte, se genera la ya consabida dificultad para
asimilarse a una nueva cultura y por otra, está recibiendo un doble mensaje con
relación a la realidad. El doble mensaje puede trastocar el sistema de valores
del sujeto. Por una parte, sus padres y familiares les señalan los modelos de
vida a seguir, propios de su lugar de origen y por otro lado el sitio en donde
se asienta tiene su propio sistema normativo. Este doble vínculo o propensión a
los dobles mensajes, muchas veces irreconciliables, es un caldo de cultivo para
el desarrollo de las enfermedades mentales, que en el caso de los migrantes son
muy floridas.
De duelo en duelo
La migración, cuando es
de carácter forzosa, siempre representa un duelo. Es una pérdida y
emocionalmente el individuo que la padece se comporta como quien vive una merma.
Hay etapas para desarrollar ese duelo, en las cuales la conflictividad ha de
estar presente por un buen tiempo cuando no de manera permanente. Los duelos
van de la mano con la nostalgia y la tristeza y potencialmente se pueden
transformar en depresiones, que son enfermedades mentales complejas. Cuando se
tiene que migrar más de una vez, puede aparecer la desesperanza. El migrante
desarrolla un duelo en donde hasta la culpa podría estar presente. De ahí que
quien migra forzosamente de manera repetida, va acumulando duelos y el
desarraigo se anida. En esta experiencia dolorosa, la sensación de pérdida se puede
volver exponencial.
Lunas de miel y pisando
tierra
Al migrar, hay fases,
una de las cuales puede constituir la luna de miel del migrante, donde todavía
no ha terminado de pisar tierra. Luego, como todo, irá haciéndose paso por la
dura realidad y se dará cuenta que a los mejores sacos se le pueden ver las
costuras. Una de esas cosas propias de quien migra es reconocerse como miembro
de una cultura y tener que asimilarse a otra, que generalmente le va a terminar
por ser ajena. Sortear ese tránsito forma parte de las habilidades de cada uno
y de salir airoso dependerá mucho de la capacidad adaptativa del sujeto y de
las características de la cultura a la cual se intenta asimilar. Por otra
parte, en un fenómeno migratorio de carácter tan masivo como el venezolano, que
ya apunta a llegar a los ocho millones de almas, está el perfil del migrante
profesional de carácter parasitario que no es un aporte ni al grupo cultural al
cual pertenece ni al país al cual emigra. De eso, lamentablemente se hace más
eco en los medios de comunicación y abultan las páginas rojas. Son olas que van
y vienen en donde aparece el descrédito como juicio a un grupo cultural. Como en
todo, el tiempo hace su trabajo.
Retorno a la patria
En el fenómeno
migratorio venezolano, ha aparecido el migrante que retorna a Venezuela, otea
la realidad y vuelve a emprender el viaje. Ese migrante termina siendo sinónimo
de inestabilidad emocional. Migrar no es como caminar y comer chicle. Las cosas
se hacen de manera calculada o tienden a no salir bien. Independientemente de
lo que digamos quienes tratamos de compilar información en relación con el
partir y los datos sobre la diáspora, la experiencia de cada uno es un testimonio
de enorme riqueza. Cada cual se va labrando su propia percepción del asunto e
irá haciendo sus respectivas conjeturas. Lo que no mienten son los números que,
en su carácter brutal, impersonal y duro, muestran una realidad ante la cual es
difícil voltear la mirada. La infinita irresponsabilidad y ligereza con la cual
se ha tratado la migración venezolana es un escándalo para la raza humana.
Migraciones por destruir sociedades, sumado a una pandemia, además de la guerra
y la recesión económica que aplastará pronto a la civilización sólo asoman
futuros llenos de nubarrones. Esperemos que, como todo ciclo, finalmente las
cosas den un vuelco y resurja la esperanza para los millones de personas que un
día conocieron el paraíso en la tierra: Venezuela.
Publicado en el diario
El Universal de Venezuela (y otros medios de comunicación) el martes 25 de
octubre de 2022.
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