Todavía
mi esposa y yo no estamos seguros de cuántas maletas hicimos cuando nos mudamos
a Santiago. Fuimos muy meticulosos al decidir qué nos llevábamos y qué
dejábamos, así que recordamos que una de las cosas que embalamos
particularmente con cuidado eran nuestros álbumes fotográficos de toda nuestra
vida familiar, la de antes de conocernos y la que hemos construido juntos.
Estaban
mis fotos con mis abuelos, padres, hermanos, sobrinos, tíos, primos, amistades…
cada una representando momentos relevantes de nuestras vidas de gente que hace
lo posible por ser común y corriente. Los bautizos, las bodas, los
aniversarios, las celebraciones de cumpleaños, las de los viajes, las de la
playa, en fin , la recopilación en imágenes del ciclo temporal que un grupo de personas
afines, ya sea por amistad o consanguinidad, tuvieron a bien compartir una
repetida y subsecuente cantidad de instantes.
Los
álbumes de fotos familiares son la representación tangible de la existencia del
tiempo y sus consecuencias. Cuando los vemos nos llenamos de alegría, de
nostalgia, de curiosidades y hasta nos invade el divertimento. Cada foto es la
posibilidad de detener al tiempo y llevarlo a una materialización imposible de duplicar, que es la
de nunca jamás poder repetir el momento captado. Con el auge de las redes
sociales, parece que ya no es necesario cargar con una maleta de fotos
importantes, mas el registro fotográfico que precede al auge de las nuevas
tecnologías ha sido capaz de detener en imágenes momentos que lo cambian todo,
tanto para la vida de una persona, como para la historia total de la
civilización. En una imagen cabe un universo, y no es una metáfora.
Nos
hemos sentado seriamente con la gente de la aerolínea y hay indicios de que por
una alteración aparentemente poco probable de seriales, se presume que pueden
haber pasado tres cosas: 1. La maleta que llevaba nuestras fotos está en el
fondo del pacífico, como consecuencia de una eventualidad aérea que está
registrada en los medios y coincide con el tiempo de nuestro viaje 2. Entre
Uzbekistán y Tailandia debe haber llegado una maleta con un serial similar al
de la nuestra y tal vez, presume la línea aérea, no llegó a un destinatario
particular sino a una de esas compañías de Asia que tardan hasta años en
revisar las menudencias que les llegan por tener poco personal para esos
menesteres. 3. Simple y llanamente las
tiene una persona o una familia en particular se quedó con los álbumes y a
través de este artículo espero que reflexione y nos devuelva lo que no le (s) pertenece.
Como
consecuencia de no tener ningún registro memorístico fotográfico de nuestro
pasado, literalmente estamos tratando de generar una construcción iconográfica
desde cero, en donde estamos planeando volvernos a bautizar, hacer la primera
comunión, volvernos a casar y celebrar cuanto instante haya lugar, en una
suerte de antológica segunda oportunidad de burlarnos un tanto del tiempo y con
más de medio siglo de vida encima, hacer una representación en donde el pasado
y el presente estarán graciosamente entremezclados y si había dudas de la
existencia de una corriente de pensamiento llamada postmodernismo, con esta
serie de imágenes reivindicaremos el concepto y haremos otra nueva contribución
al pensamiento filosófico occidental.
Como
en esas películas que tienen hasta una docena de episodios, en donde el
protagonista intenta buscar una verdad inasible, estamos tratando de
reconstruir una serie de imágenes que han de restituir la vida pasada que hemos
tenido, que en realidad es un desafío ambicioso y hasta maravilloso. Estamos
tratando de volver a vivir las cosas buenas que hemos vivido, como si
mágicamente pudiésemos tener la oportunidad de volver a vivir otra vez la vida
que uno siempre quiso haber vivido y en ese descubrir de lo mejor y lo peor,
existe la posibilidad de erradicar instantes indeseables, torpes metidas de
pata y lastres que ya el tiempo no me permite ver con nitidez.
Viéndolo
con la lupa del que trata de buscarle lo bueno a lo malo, tenemos la
posibilidad de hacer una especie de fumigación de las plagas iconográficas que
no queremos, de aquellas que no llegaron a buen destino y de las que se
hicieron innecesario olvidar, porque nada comprueba que alguna vez ocurrieron.
De ese tamaño es lo que ocurre cuando se trastoca el eslabón de historia de
vida cotidiana de un ser humano, que en realidad es nada pero a la vez lo es
todo, porque el centro absoluto de cualquier individuo es él mismo.
El
arraigo va de la mano con simbolismos, costumbres, sistemas de creencias y
formas de vinculación que son la esencia de la noción de identidad que nos
reafirma con nuestras particularidades, evitando el desarraigo y la sensación,
muchas veces devastadora de soledad. El poder tejer pequeños espacios que nos
recuerdan el lugar de donde somos y la historia de vida que tenemos es parte de
una apuesta cercana a un acto de fe que caracteriza lo humano.
Publicado en el diario El Universal, de Venezuela, el 06 de agosto de 2019.
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