Redundaría
en necedad insistir sobre la importancia del conocimiento de los distintos
hechos históricos, mas la aproximación al pasado está cargada de tanta
subjetividad que en ocasiones la historiografía parece más un género literario
que una disciplina con rigor epistémico.
Una
de las clásicas trampas en las cuales se cae cada vez que hacemos un análisis
de lo histórico, es pretender que una situación se puede repetir en un tiempo y
un contexto diferente al cual ocurrieron los hechos previos.
Tratar
de extrapolar una determinada situación histórica a un contexto diferente es sólo una acrobacia intelectual. A veces
leo textos en donde a los venezolanos se nos compara con los remotos chinos,
los lejanos rusos, los distantes chilenos o los colindantes cubanos y
sinceramente no le veo el parecido, por más que me lo adornen y traten de
explicármelo de manera sencilla.
Al
menos cuatro razones pueden ser asomadas para
desmontar lo que a mi juicio es caer en la eterna trampa de pretender
que los procesos históricos se pueden repetir en un lugar de igual manera a
cómo ocurrieron en otro.
1.“La
viveza criolla”. Por Dios que no debe existir un pueblo más creativo a la hora
de vulnerar lo normativo que el nuestro. Son tantas las maneras de hacer trampa
del venezolano, que las más insólitas formas de supervivencia económica han
hecho su aparición de manera desbordada. Es la picaresca del puerto de Sevilla
transmutada a viveza criolla en sus más desorbitadas formas de funcionamiento.
Es tal la vulneración de las reglas, que permite que la sociedad siga
funcionando con todos los elementos nocivos que pueda haber. Han aparecido
increíbles prácticas de subsistencia, siendo el “bachaqueo” una ilegal manera
de mercadeo que permite equilibrio social. De alguna forma la práctica
delictiva del “bachaqueo” funciona como una especie de impuesto que pagan unos
a otros en una espiral de tal perfección, en la cual queriendo o sin querer el
grueso de los habitantes terminamos siendo cómplices al mantener el sistema.
2.“El
embrollo económico”. Venezuela es ejemplo de las imprecisiones que señalan los
economistas y afines. La actual situación económica, si la vemos desde el punto
de vista académico, ni siquiera debería existir, ya en el papel es
insostenible. Sin embargo se sostiene, pues una cosa es la disciplina
denominada “economía” y otra la realidad. Formamos un país cada día más
dependiente de la renta petrolera, con pobre visión colectiva de futuro, sin
planes de expansión en otros rubros y lo podemos seguir siendo durante mucho tiempo.
Que exista una mala gerencia es una cosa, pero pretender convencernos de que no
está entrando suficiente flujo de dinero por concepto de petrodólares es falso.
La realidad es la prueba de cómo una pésima administración puede crear
indefinidamente la paradójica situación en la cual vivimos. Desde el punto de
vista teórico la economía no debería funcionar. Lo increíble es que funciona a
tal punto que no vemos importantes manifestaciones de descontento colectivo,
salvo las consabidas quejas a través de las redes sociales y el plañidero
discurso del venezolano que ya forma parte de nuestra peculiar idiosincrasia.
3.“El
buen mesías”. El pensamiento mágico es parte de nuestra cultura. El creer que
existe una especie de líder cuya representación es la materialización tangible
de un ser que nos ha de salvar forma parte de nuestra visión como conglomerado.
Lo cierto es que los guías que hemos tenido nos han conducido a situaciones
casi catastróficas, callejones sin salida y enfrentamiento entre hermanos. Creo
que soy un ciudadano que hace bien con ir a votar e inducir a que otros ejerzan
este derecho. Mi rol como protagonista político está bastante confinado a los
resultados electorales. Un ejemplo de cómo se nos trata como si fuésemos
débiles mentales es cada vez que nos dicen: “Ésta es la elección más
importante”. Ninguna elección es más importante que otra. Lo que existe es una
ausencia de cultura política responsable que le permita entender al
desentendido que un proceso conduce a otro y así hasta el infinito. La historia
no funciona como las telenovelas. Lo social no tiene un capítulo de inicio y un
final. El “final feliz” es propio de las series televisivas, no de la
historia.
4.“Nuestra
naturaleza”. Cuando se intenta comprender un fenómeno a través del lente de una
disciplina se cae en el saco roto de la visión “especializada”. La especialidad
es una manera de cultivar la ignorancia porque a través del lente confinado del
conocimiento específico de algo, sólo vemos una parte de la situación. Para
entender el asunto venezolano hay que verlo necesariamente desde la
transdisciplinariedad, interdisciplinariedad o como se quiera llamar. Lo cierto
es que somos como somos por razones que van desde nuestra naturaleza
“originaria” hasta las múltiples influencias sociales que nos marcan, con sus
cosas buenas y sus inseparables tragedias.
Twitter: @perezlopresti
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 10 de agosto de 2015
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