En las
alborotadoras Confesiones, San Agustín señala que son más fáciles de
contar los cabellos que las pasiones (“los afectos y los movimientos del
corazón”). La aseveración que tantas veces he repetido con relación a la
limitadísima capacidad racional de ser humano es una constante que marca una
línea de trabajos. Ello no niega alguna posibilidad de aceptar la existencia de
cierta racionalidad para lo cual existen múltiples precedentes por tratar de
demostrarlo a través de investigación y recreación de sus resultados.
Para poder elaborar una visión con relación a la posibilidad de pensar y razonar, es
muy difícil desdeñar los aportes de la epistemología genética del
malacólogo y suizo Jean Piaget. Piaget se interesó en la idea de que la
inteligencia cambia a medida que los niños crecen y este desarrollo ocurre por
medio de la interacción de las capacidades innatas con los sucesos ambientales y
progresa a través de una serie de etapas jerárquicas, cualitativamente
diferentes. Todos los niños pasan por las etapas en la misma secuencia sin
saltarse ninguna o, excepto en el caso de daño cerebral, regresando a etapas
anteriores (son invariables). El esfuerzo que hace Jean Piaget es por demás
encomiable y clasifica en cuatro las etapas del desarrollo cognitivo.
Sensoriomotora (0-2 años), preoperacional (2-7 años), operaciones concretas
(7-11 años) y de operaciones formales (11 años en adelante), asuntos que junto
con otros tópicos que señalaré en estas líneas, aparecen en el libro de mi
autoría Los cambios psicológicos, cuya primera edición por parte del
Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes es del 2013.
Abstracciones
y barbaridades
Ese
libro está dividido en una introducción, 17 capítulos y un glosario,
conceptuando la idea de vida desde la existencia, resultante de la pregunta
epistémica: ¿Desde cuándo existe el ser? y el planteamiento de que somos
consecuencia de una deriva filogenética que nos antecede en muchos años, abordando la dimensión psicológica humana desde la genética, el embarazo, el
parto, el apego, la infancia, la adolescencia, la adultez, la vejez y por
supuesto, la muerte como una parte del ciclo vital.
Piaget
presenta la adolescencia como un estadio del desarrollo del ser humano ligado a
la reestructuración de las capacidades cognoscitivas. Considera que con el
acceso al pensamiento formal (forma suprema del pensamiento) se produce un
salto cualitativo en el desarrollo con respecto al estadio infantil. Hasta este
punto no hay ningún problema en aceptar que existe una coherencia concatenada
en la manera como se desarrolla la inteligencia, e incluso que existe una
racionalidad secuencial en lo humano, lo que ocurre es que el salto cuántico no
necesariamente es una elevación de la psiquis, sino precisamente la máxima
expresión de sus potencialidades de aberración imparables, ausencia de juicio y
falta de razón que es el punto sobre el que trato de anclar el problema.
La
fulana razón
Entiéndase
por razón cualquiera de estas dos acepciones que aparecen en el cementerio de
las palabras: 1. Capacidad de la mente humana para establecer relaciones entre
ideas o conceptos y obtener conclusiones o formar juicios. 2. Acierto, verdad o
justicia en lo que una persona dice o hace.
Bajo
estas dos premisas se desvanece la posibilidad de ser capaces de fundamentar
rigurosamente las cosas como especie, dado que la mayoría de los juicios son
prejuicios (las ideologías, por ejemplo) y la verdad es inasible cuando se
trata de temas de gran importancia (la idea de trascendencia, por ejemplo). Señalo
las ideologías y la idea de trascendencia, por cuanto son asuntos que
condicionan la vida de muchas personas a través de dos elementos recurrentes en
lo humano: 1. Lo político y 2. Lo espiritual.
Espiritualidad y función mental
De mi libro Psicología y contemporaneidad (2012,
p.17): Lo espiritual forma parte del mundo psicológico del ser humano. Acaso una
función mental más. De hecho, consideramos que el elemento espiritual forma
parte estructural de la naturaleza psíquica desde que el hombre existe sobre la
faz de la tierra. El hombre de las cavernas otorgaba esa connotación a los
elementos de la naturaleza como el agua o el fuego, bases sobre las cuales
surgen todas las creencias místicas, sobrenaturales y, por supuesto, las
religiones. Dado que es una función mental, al darse el encuentro con lo
“anhelado” se retroalimenta la expectativa de lo espiritual.
Precepto que nos lleva a la idea de agnosticismo que es la doctrina filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano toda noción de Absoluto, Infinito y Dios. Cuando se asume desde una actitud positivista circunscribe y se reduce al conocimiento de lo fenomenal y relativo. El término se debe al biólogo británico Thomas Henry Huxley y fue adaptado por Darwin y Spencer. Muchos hemos visto en la filosofía de Kant (Crítica de la razón pura) una base para entender el agnosticismo.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 20 de octubre de 2020.
No hay comentarios:
Publicar un comentario