Perdón es una palabra compuesta
cuyo prefijo “per” proviene del latín y significa en este caso totalidad o
completitud. El latinismo “don” significa “regalo”. Visto de esta forma, el
perdón es el presente más apreciado, el obsequio más completo. El perdón es el
más grande de todos los regalos.
Es estudio del perdón no solo
compete al ámbito de la teología y es de alguna manera uno de los asuntos más
trabajados desde lo psicológico y por supuesto, en la psicoterapia, al punto de
que algunas escuelas o corrientes hablan de “terapia del perdón”. Su interés es
asumido cada día con mayor seriedad por centros de estudio científicos
reconocidos y es una expresión que denota una forma de asumir aspectos de la existencia
y la manera en que nos conducimos.
Desde el punto de vista
biológico-evolucionista, no estamos hechos para perdonar, pues el rencor es a
fin de cuentas un mecanismo de defensa que evita que se perdone para que no nos
vuelvan a lastimar. De ahí que se trata siempre de un ejercicio del más elevado
nivel racional en donde el tiempo va actuando de manera natural, permitiendo la
sensación de minimización de la afrenta a través de lo que denominamos perdón.
Es curioso cómo una expresión y un concepto tan relevante apenas comienza a conocerse,
siendo abultado lo que se ha pensado al respecto y mucho más ambicioso lo que
falta por descubrir.
La “compasión” es el sentimiento
de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, por lo
tanto, se encontraría corrientemente alejada e incluso reñida con lo que
denominamos vulgarmente “lástima”. La compasión asumida racionalmente es el
difícil ejercicio intelectual en el cual tratamos de comprender al otro porque
nos ponemos en su lugar. Cuando asumimos un rol compasivo intentamos comprender
cosas que los demás hacen, por qué y para qué las realizan. Si bien
podemos estar completamente en desacuerdo con el proceder de quienes nos
rodean, a través del acto compasivo al menos realizamos el ejercicio de
comprenderlo y en ese acto de comprensión surge cierto acompañamiento. La
lástima vulgarmente la asumimos como una condición maltrecha, mientras lo
compasivo en términos más racionales consiste en colocarse en lugar de la otra
persona o la otra causa. Viéndolo de este modo se trata de una instancia muy
elevada que requiere gran control emocional. Es un ejercicio más cercano a lo
estoico que a lo sentimental.
Es tan relevante el asunto de
tratar de ponernos en lugar de otros, que algunos grupos religiosos cambian la
palabra amor por la palabra compasión en sus textos. En lo particular, creo que
ni son sinónimos ni son intercambiables, pero el hecho de que existan quienes sí
lo ven como pares, denota lo trascendente del ser compasivo.
El “arrepentimiento” es una
condición mucho más compleja por la manera como se asume, pues se basa en
sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo. De esta manera, el
arrepentido simplemente sería quien cambió de opinión. De forma “simplista” el
arrepentimiento no podría existir, al menos como lo asumimos, puesto que
existen razones de peso como el hecho de que se trata de plantarnos ante algo
que ya ocurrió, por lo tanto, algo que existió, o sea, que ya no existe.
Arrepentirse tiene sentido si
ante idénticas circunstancias (condición improbable que lo idéntico se repita)
la persona actúa de manera diferente. Quien roba un pedazo de pan por hambre y
se arrepiente de haberlo hecho, aunque tuviese el mayor de los apetitos, no
volvería a robar, aunque se muriese de hambre. Coloco este ejemplo raso porque
con frecuencia muchos señalan que se encuentran arrepentidos de haber hecho tal
o cual cosa, mas el asunto de arrepentirse no tiene sentido en función de
pasado sino en futuro. El que se arrepiente no lo volvería a hacer.
Escarbar en los hilos que
determinan cada uno de estos pedestales requiere el complejo reto de pasearse
por gran parte del conocimiento de lo humano, haciendo énfasis en las bases biológicas
(el carácter animal) que las condiciona y por supuesto la instancia racional
que trata de comprenderlo.
La vida colectiva suele manejarse
cimentada en estos tres conceptos expuestos en este texto de manera muy
sucinta. Los tres van de la mano, porque el perdón, la compasión y el
arrepentimiento se encuentran en la misma dimensión de conceptos que le damos
un carácter valorativo y determinan la dinámica de la vida en común.
Independientemente de que se intente falsear o modificar el sentido o la
interpretación de estos fenómenos, acompañan siempre lo humano, lo
civilizatorio y lo universal.
Desde las relaciones de pareja
o de trabajo, hasta el estamento legal que rige a un conglomerado, estas
instancias están presentes como tres bases cuya capacidad de comprensión en
ocasiones nos sobrepasa, al punto de que a veces parecen ser simples entelequias
retóricas, cuando en realidad condicionan toda la vida en sociedad.
Publicado en el diario El
Universal de Venezuela el 26 de diciembre de 2018.
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