Con el capítulo de la pandemia
finalizado, se inició la carrera de la vida con todas las de la ley. Los días
pasan y el tiempo va permitiendo que dejemos grabadas en nuestra memoria las experiencias
propias de lo cotidiano. De ahí que, de prisa, los días y las noches ya
adquirieron su propio ritmo y tiene cabida la entrada de una nueva estación. En
este escenario de días vividos a plenitud y de planes por consolidarse hemos
logrado materializar un orden en nuestras vidas. El viaje, bien lo sabemos, no
consiste en llegar a un lugar, sino en vivir a plenitud lo recorrido.
El tiempo que vivimos
Cada generación precisa de una
épica, de cierto heroísmo y una narrativa que le permita romper en términos diferenciales
con la generación que le precedió. Existe y siempre ha existido una necesidad
generacional de desmarcarse y es comprensible que así sea. El asunto es que, en
el reparto de los cuentos y las epopeyas generacionales, de tanto amasar
utopías y luchar por los derechos que van surgiendo en la agenda de cada época,
tal parece que no quedaron muchos conejos dentro del sombrero de copa de las
luchas sociales y los que quedaron son tan ambiciosos que la tendencia es
aspirar a menos. Si lo vemos bien, las luchas generacionales tienen su lógica y
es fácil entenderlas, lo cual nos permite aclarar que no es una insulsez lo que
se puede decir desde la acera del frente sino una necesidad colectiva con sus
artificios de rigor. Tener la paciencia y sabiduría para tratar de entender la
naturaleza de lo que los demás dicen aspirar forma parte del arte de vivir.
Al sur del sur
Es viernes y voy caminando a
tiempo para encontrarme con un grupo de amigos en un barrio bohemio de la
ciudad. Ya el frío está haciendo su aparición y las noches son más largas. En
un paso cebra se me acercan dos personas de aspecto confuso y me solicitan que
firme una petición en nombre de su causa. Todavía el reguetón hace estragos en
mis oídos y por más que trato de caminar de prisa, los locales están cundidos aun
de ese estruendo. La expectativa de que aparezcan nuevos movimientos musicales,
que acompañen a las personas y sus causas perdidas es de lo más prioritario de
nuestro tiempo. La comida no pudo ser mejor y la compañía totalmente repetible,
por lo que me anoto un buen viernes en mi colección de placeres. Hay veces en
que logramos crear islotes de perfecciones en los lugares más inesperados. El
buen tono y la especial compañía terminaron por triunfar.
Sábado de gloria
En el Centro Cultural La
Moneda, bajo la Plaza de la Ciudadanía, frente a la fachada sur del Palacio de
La Moneda, un grupo de venezolanos talentosísimos se presentó con la
excepcional pieza musical de Antonio Estévez La cantata criolla
(Florentino, el que cantó con El Diablo), emblema nacionalista venezolano cuya
letra surge del genial poema de Alberto Arvelo Torrealba. Lágrimas en los ojos,
lo pasional a flor de piel y aplausos a borbotones fueron la respuesta de
quienes lo presenciamos. Los hijos desparramados del Sistema de Orquestas
Venezolano se agrupan en los más distintos rincones del mundo y nuestra música
y tradiciones logran imponerse con magistral buen tono y excepcional talento. Fue
más que notable la representación vocal de los solistas Cristo Vassilaco (tenor)
y Franklin De Lima (barítono) cuya presentación fue simplemente magnífica en el
contexto de un excepcional coro de voces y la legendaria orquesta con sus sagaces
integrantes haciendo una ejecución musical maravillosa. Vale la pena dar
gracias muchas veces por los buenos momentos. Salí de ese espectáculo del mejor
gusto como si hubiese sido exorcizado hasta en los tuétanos de mis huesos. Florentino,
para mi satisfacción, volvió a vencer al Diablo en el sur del sur del mundo y
que eso siga ocurriendo no deja de sorprenderme, luego de tantas batallas
perdidas. Infinitas gracias a quienes hicieron posible y materializaron la
magia que representa esta excepcional pieza musical de alcances universales.
Domingo de reposición
Los domingos tiene un tempo ontológico (y hasta musical) que los caracteriza. En ocasiones parecieran ir más lentos e incluso hacerse de lo más significativo de la semana. A veces ocurre eso con el último día de la semana. Con un asado acompañado de un vino chileno de colección, el domingo se hizo tan ligero que los demás días pareciera que ya transcurren a velocidad de la luz. Siempre tratamos de darle espacio al amor y conducirnos como nos lo señala la bitácora que apunta hacia lo mejor de la existencia. El lunes se inicia la semana presurosa y cundida de actividades en donde no quedará de lado el estudio rigurosamente planificado, las dos cuartillas que trato de escribir y por supuesto, las labores propias del oficio en que me formé. Así pueden ir los días, las noches, los días, las noches, mientras trato de abrirme camino en escenarios novedosos y seguir construyendo la ruta que ha de guiar mis pasos y de quienes me acompañen.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 17 de abril de 2023. El el diario El Universal de Venezuela el 18 de abril de 2023..
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