La percepción de injusticia
hace que se dispare la emoción de la rabia para hacerle frente. “A lo loco
se vive mejor”, decían los adultos mayores en mi infancia. En parte porque
es verdadero que cierto grado de locura es necesario para sobrellevar la
existencia y en parte porque funcionaba como una expresión irónica. La
percepción de injusticia difícilmente la sabremos manejar cuando inicialmente
aparece porque estamos diseñados para que sea de esa manera. De la rabia
(emoción) se puede pasar al odio (sentimiento) y nos puede llegar a consumir de
la peor forma. Sabio es quien no abriga odio en su interior porque al odiar nos
martirizamos. El odio es una condena para quien lo padece. Termina siendo una
suerte de prisión para el que lo sufre.
Defensas radicales
Existen maneras de defendernos
psicológicamente frente a las más disímiles adversidades. Una de estas maneras
que nuestra mente usa para poder hacerle frente a las fatalidades es la locura.
Destornillándonos podemos atravesar la ola gigantesca que nos aplasta y es de
las experiencias vitales más traumáticas, pero también potencialmente sanadoras.
He vivido de la mano con los desvaríos mentales desde que tengo memoria y de
los mismos se puede quedar hundido en el foso del sinsentido o emerger como una
persona que ha vuelto a nacer. He visto muy de cerca las dos caras de la moneda
de lo que señalo y ha condicionado mi manera de ver y entender la existencia.
Defensas veniales
Sin llegar al desvarío, tenemos
capacidades que nos permiten sobrellevar una pena o una situación tormentosa.
La negación de la realidad, solo para mencionar un ejemplo, es un recurso del
cual se vale nuestro mundo interior para no sucumbir ante lo que puede ser trágico
y minimizarnos para siempre. La mente se vale de múltiples artilugios para engañar
las realidades adversas y sin que dejemos de ser capaces de conmovernos por las
vivencias de nuestros pares, la idea es poder salir fortalecido ante cada
encuentro con el lado oscuro de la vida. De esas y otras formas de ver cuánto
nos circunda también me he rodeado desde que tengo memoria. Todo eso ha moldeado
mi capacidad perceptiva, mi relación con las experiencias sensibles y por
supuesto, mi carácter. No podría ser de otra forma y aspiro en lo profundo de
mi ser que pueda ser útil para otras personas.
Quien se levanta y sigue
adelante
Todos vamos acumulando
heridas. Están las que duelen por siempre y aprendemos a lidiar con su malestar
y están las que nos recuerdan las vivencias pasadas y los aprendizajes adquiridos.
Quien se levanta y sigue su camino es porque ha logrado mantener su brújula
dirigida hacia un norte, independientemente de las experiencias alcanzadas. La
capacidad de seguir el curso existencial hacia adelante es la representación de
la grandeza humana y materializa la posibilidad de sortear los infortunios, que
conforme va pasando el tiempo, siguen apareciendo como si se tratase de la
hidra monstruosa y sus múltiples cabezas. De cómo el ser humano logra lidiar
con las múltiples representaciones del mal y lograr salir de pie es de lo que
está hecha la historia de la civilización en su lado resplandeciente.
Valores y temores
Sería muy ingenuo creer que
hay personas capaces de seguir adelante sin que los invada el miedo.
Precisamente el valor no es la ausencia de temores sino de cómo somos capaces de
seguir adelante a pesar de estar cundidos de inseguridades y desconfianzas. Todos
estos elementos, lejos de representar debilidades, nos humanizan cuando nos
damos cuenta de lo que hemos logrado transitar a pesar de nuestras
limitaciones. De eso va la grandeza, en no dejarse empequeñecer por los
resultados en contra. Se es valiente en la medida que nos arriesgamos por tratar
de materializar nuestros sueños. Sin el miedo, la persona valiente no tendría
el mérito que posee.
El camino y sus bifurcaciones
La experiencia vital, única e irrepetible, se puede simbolizar a través de la idea de viaje. Así se ha hecho y se suele seguir haciendo. En ese viaje, apegados al camino, tarde o temprano nos vamos a tener que enfrentar a las bifurcaciones del sendero. Cuando eso ocurre, nos vemos forzados a tener que decidir y en muchas ocasiones, no sabremos si la decisión de haber optado por un u otro camino es la correcta. La posibilidad de ver la vida en retrospectiva tal vez nos lleve a pensar en dos cosas que pueden ser concluyentes: La primera, que tal vez no estemos decidiendo cuál camino es el que nos conviene porque nuestros juicios y prejuicios tienden a condicionar nuestras decisiones. La segunda, que es la más difícil de asumir, para mi gusto, es cuando nos damos cuenta de que repetiríamos la mayoría de nuestras decisiones si volviese a ocurrir de nuevo el momento de tener que decidir, en la forma en que ocurrió. Esa posibilidad, la de estar condenados a repetir nuestras decisiones si nos tocasen las mismas circunstancias que una vez vivimos, suele ser una revelación que aclara nuestro parecer en relación con lo que hemos hecho y vamos haciendo con nuestras vidas.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 23 de abril de 2023. En el diario El Universal de Venezuela el 25 de abril de 2023.
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