Como ha ocurrido con las pestes anteriores, esta también debería pasar. Dejó su huella tatuada en la historia de lo humano y a la par de otras pandemias, entrará en los libros de historia. Las tensiones humanas aumentarán y una época de incertidumbre, caos y precariedad económica afectará a la civilización por un tiempo, cerrando un ciclo para entrar en otro y así hasta que el ser humano siga poblando el planeta. En lo enmarañado que resulta tratar de atrapar un pedazo de realidad a través del pensamiento racional, la complejidad y el intentar ver la gran torta de la existencia como un sistema, podría aclararnos asuntos que inexorablemente ocurrirán. Sin alardes de ser vidente, pareciera que ya se va configurando una realidad sobre la cual podemos asomar algunas conclusiones o esbozos de ellas.
Vacunas a granel
Una vez declarada la pandemia por los organismos internacionales a quienes les corresponde advertir sus implicaciones, comenzó la carrera mundial por las vacunas. Las grandes casas farmacéuticas se anotan una victoria y parte del destino civilizatorio depende de uno de los asuntos más interesantes y clásicos de la ciencia, que es el retorno a las primitivas vacunas en tiempos del ciberespacio. Con el regreso a la vacuna, pareciera que volvemos al pasado, como en una película de ficción, pero este retorno no podía ser más simbólico en relación con el mundo que hemos construido. Algunas casas productoras de las mismas usan las más avanzadas tecnologías y otras apuestan por el tradicional virus machacado y hasta el momento los resultados van más o menos parejos. Parecieran ser tan efectivas las que se hacen con los avances más recientes como las que utilizan a gran escala lo que en un principio era una actividad artesanal. Independientemente de cuál tecnología sea la que se use, las vacunas con métodos de elaboración modernos y las de fabricación antigua parece que son similares en lo que respecta a los resultados. Conclusión hasta el presente: Bien vale la pena vacunarse.
La postpandemia cotidiana
Las vacunas y las posibilidades de que las personas la reciban es un claro indicador del nivel de desarrollo de una sociedad. En los países avanzados, habrá de sobra, en los que apenas emergen se vacunará de manera desordenada y tardarán más tiempo en recuperarse. Inexorablemente cada país debe garantizar la protección de sus propios ciudadanos y abonar porque otros lo hagan es apostar por su propio beneficio. En la mayor parte del planeta camino a tener 8 mil millones de seres humanos, las personas ni siquiera podrán ser vacunadas y el virus quedará para largo rato, diezmando y haciendo daño. Asunto aparte es la curiosa irresponsabilidad de líderes populistas y desorbitados que en pelea de pelo en pecho desafiaron al mortal virus, sometiendo a los habitantes de esas naciones al capricho de rufianes que llegan al poder. En una sociedad medianamente sana, la burocracia siempre es una limitación para implementar planes con efectividad. En una sociedad enferma, lo burocrático es negligencia. De ahí que vemos cómo en algunas naciones, la capacidad operativa para vacunar velozmente ha sido ejemplar y en otras a duras penas se piensa en la idea de ser eficaz. A estas alturas, no tener un plan de vacunación masivo y en corto tiempo es simplemente una tara de esa sociedad, que condena a sus ciudadanos a lo peor. De esta pandemia temo que se hablará por rato largo, siendo predecible que la brecha entre países pobres y países ricos tenderá a ser más ancha. La geopolítica se reacomoda.
Mirando para atrás
“El que va atrás ve pa’ lante y el que va adelante
voltea”. A la par de la calamitosa situación causada por la pandemia, la vida
sigue y la humanidad también. La sensación de que se acaba el mundo hará que
muchos traspasen sus propios límites de lo permitido. No es raro que se exalte
el culto por las festividades clandestinas y ciertas maneras de actuar
lujurioso se atornillen en estos tiempos. La recesión económica hará que brote
el odio y se exacerbará la ansiedad, la depresión, el neuroticismo y los
clásicos males con los cuales hemos lidiado desde hace rato, como el desprecio
por el otro. Inevitables serán las guerras y el deseo de sobrevivir a costa de
lo que sea. La economía será el territorio en donde sobresalgan literalmente
los más fuertes. En las sociedades poco pragmáticas, en las que se apuesta por
un idealismo sin tener con qué, surgirán las maneras más sórdidas de injusticia
y los colectivos más caricaturescos (la mayoría afortunadamente efímeros) apostarán
por protestas multitudinarias que terminarán siendo una especie de
autodestrucción colectiva. Nada que no haya ocurrido antes en una historia que
se nos presenta tan antojadiza como repetitiva. Desde el plano individual es
tiempo para recordar que hay tiempos de vacas gorgas y tiempos de vacas flacas.
Bien vale ante la turbulencia mantener la guardia arriba y apretarse el
cinturón.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 18 de mayo de 2021.
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