A ella solo le bastó un mensaje de WhatsApp para que
me pusiese a pensar. El texto, envenenado, era una interrogante a quemarropa:
“¿La vida puede llegar a ser una sumatoria de causas perdidas?” No pude sino
sentarme a escribir. El solo hecho de que expresemos nuestras opiniones, tanto
a viva voz como por escrito, puede ser motivo de contrariedad para cierta
gente. Ocupar un espacio como ser vivo lleva, en ocasiones, a predicar una
buena cantidad de voces que nos hacen presentes. Esa capacidad de comunicarnos,
que puede muchas veces molestar a algunos sujetos, no es una casualidad, sino
una manera de asumir la existencia. “Escribo lo que pienso y suelo decir lo que
voy escribiendo” es una forma de conceptuar la presencia y dar sentido a
aquello que vamos experimentando como personas pensantes en esta vida y este
tiempo que nos ha tocado respirar. ¿Es necesario pasar por el sufrimiento para
pensar con claridad?
Dolores de parto
Es un lugar común asumir que para alcanzar logros se
debe pasar por una etapa de sacrificio importante o de ruptura con la línea de
la vida. Los ejemplos abundan en el curso de lo civilizatorio. No es
infrecuente ver que grandes ideas o conquistas son consecuencia de estados o
situaciones de desazón, por no decir calamidad. De las crisis, muchas veces
salen cosas buenas, para no señalar que es necesario que se produzcan crisis
para que germinen asuntos mejores. En eso se nos va la vida, luchando y
asumiendo posturas, tomando decisiones sin tiempo para ser dubitativos y
enfrentándonos a lo que no compartimos sin ambages ni resquicios de
ambigüedades. Pareciera que en la vida se hace inevitable que ocurran procesos
personalísimos en los que prevalece el dolor. La sola idea de que atravesamos
por situaciones difíciles y estamos conscientes de las mismas, nos lleva a
creer que las cosas deben tener una suerte de final cuando no una resolución. A
eso llamamos esperanza, dimensión que abrazamos con ojos cerrados para poder
seguir el camino. Ese sendero que está signado por la bitácora que vamos elaborando
cada día tiene siempre recovecos y las amenazas son tangibles, por más que
tratemos de tender vínculos amistosos con nuestros acompañantes en este viaje
de tumultos de pasajeros.
¿Usted tiene el carácter suave?
Han querido las circunstancias, atizadas por mis
apetencias, que la trashumancia me haya acompañado. He vivido en tantos sitios
y conocido a tantas culturas y personas que siento que me ha rendido la vida.
El viaje es una forma de entender lo que nos circunda, de escapar de aquello
que nos rodea y de encontrarnos con escenarios más amables para hacer del mundo
un lugar para la serenidad y el reposo. Hace un tiempo, en una entrevista
laboral, una joven me preguntó si tenía el carácter suave, a lo que respondí
que, si bien es cierto que suelo ser consecuente con practicar los principios
propios de la urbanidad y las buenas maneras, el carácter se va formando,
dependiendo de lo que vamos viviendo. No suelo perder las formas y mucho menos
la compostura, aun enfrentando situaciones de cierta complejidad. Pero el
carácter es nuestra naturaleza y si no hay una fortaleza interior que nos
proteja de tantas desventuras y batallas contra enemigos reales e imaginarios,
no podríamos ni llegar caminando a la primera esquina. En ese asunto tiene
cabida una paradoja perfecta y es que: Mientras más conocemos lo humano, más
necesitamos confiar en otros. Una vida de desconfianzas es tan desafortunada
como asumir una ingenuidad radical. Apelamos a la idea del punto medio, como
manera sana de sobrellevar la vida ¿Cómo no abrazar lo saludable?
El paraíso y su fecha de vencimiento
Vengo de un lugar tan paradisíaco que una vez,
mientras viajaba de Táchira a Barinas, de Abejales a El Cantón, la tarde se me
hizo tan hermosa que tuve que detenerme en plena vía para contemplar la puesta
de sol. No era una situación cualquiera, puesto que la belleza del lugar era
tan abrumadora que podría decir que entré y salí de repetidos estados de
éxtasis en una sola tarde. En el país de los más hermosos parajes conseguí uno
sin parangón en el que lo verde era tan intenso como indescriptible y el
reflejo del sol era exponencial cuando se multiplicaba con su reflejo en los
pantanos de la zona. Ese paraíso forma parte de lo que soy y me acompaña cuando
estoy despierto y cuando duermo. Mis ensoñaciones están repletas de esos
lugares maravillosos que tatuaron en mi alma la belleza de lo que durante años
me rodeaba. Tal vez haya la necesidad de que exista una balanza y ante el hecho
de haber disfrutado tanto la vida, se hace inevitable que la fecha de
vencimiento del paraíso finalmente asomara. Eso es lo que opino de la
migración. Haber tenido que abandonar el paraíso para mimetizarme con la fea
realidad es un asunto que asumí. Afortunadamente no estoy solo en mi viaje y
sin maletas, pero con profundos afectos seguimos adelante en este mundo que ya
se nos antoja pequeño.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el martes 13 de abril de 2021.
Leer este escrito de Alirio es hermoso, como haber vivido realidades similares y experiencias particulares, mi corazón se complace y a la vez sufre por la nostalgia que reaparece... gracias por compartir tus escritos
ResponderEliminarQue grata lectura.
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