"Para todos y para ninguno" F.N. - El Blog de Alirio Pérez Lo Presti - Twitter: @perezlopresti Instagram: perezlopresti
martes, 20 de octubre de 2015
FERNANDO MIRES – Acerca del uso correcto de las palabras en la política
lunes, 19 de octubre de 2015
Violencia natural
En primer lugar es necesario enfatizar que en nuestro medio, y desde la instancia atinente al aparato de poder, llevamos casi dos décadas cultivando sistemáticamente un discurso de exaltación a la intimidación y al fanatismo. En definitiva, cosechamos lo que vamos sembrando y habría que comenzar por hacer un cambio del discurso con el cual intentamos expresar las ideas. Por otra parte, una arenga “introyectada” por un conglomerado, cambia el espíritu del mismo y como consecuencia su comportamiento, incluso sus hábitos más elementales. El desarrollo del culto a la violencia induce una perversa dinámica circular que conlleva a mayores y variadas formas de transgresión que conducen a la autoagresión social.
Desde una visión más amplia, que abarcaría desde lo histórico hasta lo antropológico, debemos entender que esa violencia se encuentra arraigada en nuestra naturaleza, ya sea porque es imprescindible para la supervivencia de la especie y lo aprendemos como tal, o porque forma parte de nuestra estructura genética básica que nos salvaguarda. De ahí que la temeraria exaltación a la misma es una posición que denota irresponsabilidad y crueldad.
Cuando se intenta controlar una determinada tendencia, como sería en este caso la pulsión “tanática”, se realiza un gran esfuerzo desde la culturización por dominar nuestra esencia animal. Bajo este precepto, lo social muchas veces es el instrumento de control para frenar nuestros deseos, pero en muchos casos, lo social también es usado como instrumento para preservar lo más básico de nuestra condición humana. En este sentido, la socialización actúa tanto para revelarse contra nuestra parte animal como para amparar la misma.
Por una parte fomentamos la agresividad al sembrar en los niños el culto por los juguetes combativos, pero por otro lado, convertimos lo violento en norma y le rendimos culto desde lo social. La criminalidad, por ejemplo, es rechazada en muchos ámbitos, pero como lo humano está unido a la dinámica criminal, las sociedades la regulamos a través de instrumentos que intentan que se siga ejecutando la misma conducta pero sometida a ciertos parámetros. No se puede matar por venganza, pero la pena de muerte está contemplada en muchas sociedades desde lo legislativo.
El crimen es deplorable, mas si se hace en función de resguardar a los indefensos, “el criminal” que ejecuta el acto con este propósito es enaltecido. Lo vemos cuando se rinde honor a un miembro de un cuerpo de seguridad de cualquier nación al enfrentase y aniquilar a quienes desean hacerle daño a los demás. Un caso emblemático de cómo desde la norma preservamos el crimen es el contorno bélico. Pocas personas pueden recibir tantos reconocimientos como el soldado que en combate logra liquidar al mayor número de enemigos. El héroe de guerra es la máxima expresión del culto a lo violento desde la dimensión normativa que conforma el estamento legal. Tanto los textos bíblicos como el papel moneda rinden culto “al criminal de guerra”. Al que aniquila “en nombre del bien”, basado en la idea de justicia, sea terrenal o divina.
La industria publicitaria invierte sumas extraordinarias en apoderarse de nuestra tendencia agresiva y desarrolla enormes inversiones que contemplan tanto los juguetes más rupestres como los violentísimos juegos de video. En realidad no hace nada diferente que usar nuestra naturaleza violenta como medio de cultivo para sus inversiones. Paradójicamente, muchos notables descubrimientos científicos se deben precisamente a la vinculación de lo humano con lo guerrerista. El revelamiento y proliferación del uso de los antibióticos para salvar a los soldados y civiles de las heridas de guerra, así como los teléfonos celulares que han cambiado la manera de comunicarnos, son consecuencia de la ciencia y la tecnología que se desarrolla en torno a lo belicista.
Como si no fuese suficiente lo anteriormente señalado, si en un futuro no tan remoto desapareciera la carrera armamentista, ocurriría una debacle económica, porque la economía del planeta gira en torno a lo bélico, a lo potencialmente generador de muerte y sufrimiento.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el lunes 12 de octubre de 2015.
domingo, 11 de octubre de 2015
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ: 12 de octubre… ¿día de la resistencia indígena?
viernes, 9 de octubre de 2015
ROGER VILAIN: Día de la Raza, o como se llame
Junto a mi mesa conversan dos tipos mayores. Alzan la voz, gesticulan, piden más café, y por mucho que me esudo intentando escapar de esas diatribas con "No digas noche", de amos de Oz, un comentario hace saltar mi taza, los libros, el cenicero y la botella de agua mineral.
Tengo la costumbre de vivir y dejar vivir. Tamaña máxima la aprendí de mi padre hace una punta de años, de modo que entre ceja y ceja llevo la convicción de que cada quien con su cada cual, cada oveja con su pareja, cada loco con su tema o cada luna con su medianoche. Lo contrario es cercenar la más íntima de las necesidades, que es la de privacidad, y es darle un hachazo a la libertad en el mero centro del occipital. Conmigo no cuenten para eso.
Pero a veces se entremezcla la gimnasia con la magnesia y qué va, el cóctel resulta intragable a cualquier hora, lo que me hace fruncir el ceño, levantar como zorro las orejas, detenerme a propósito del bodrio que mis vecinos tejen a quemarropa. Entonces ya ven, este viernes comento en voz alta para ustedes. Y es que el mundo chorrea belleza, enigmas que bien valen el recogimiento y la contemplación, pero también miserias, escupitajos cargados de prejuicios y resentimientos que, como está el patio, hay que despacharlos rápido sin darles tregua ni respiro.
No sé de qué iba la charla en su contexto general y me interesaba un pepino, pero alguien habló de Venezuela, y luego de América, y de España, y de ahí surgió la acusación, la palabra genocidio -que por supuesto no ha sido lavado todavía, decían-; entonces se materializó el prejuicio, cobró vida el dedo acusador, irrumpió ante mis narices la imbécil creencia de que todo el mal que nos agobia hoy tiene certificado de nacimiento en la Conquista y comienza en aquellos días llenos de espadas, de sotanas y de cruces.
No conozco un sólo país ajeno a la pólvora o al cuchillo, a la violencia demencial en cualquiera de sus manifestaciones. No existe sociedad humana virgen, de espaldas a mil avatares en que las injusticias no se abracen con la sangre, con la explotación o la traición, con las más bajas pasiones a la hora de anexarse territorios, defender dioses, imponer cosmovisiones y enarbolar mejores formas de matar o pisotear. Así que no me vengan con cuentos: dos buenos señores dándole a la lengua, consumiendo café plus con cremita de cereza y chocolate derretido encima y que, pobrecitos, lancen como si nada cuatro chasquidos inocuos producto de conversación ociosa en cafetín de pueblo; vamos, no debería ser para tanto. Pero lo es. De percepciones así, de sentirnos dueños del circo y sus alrededores, de tanto suponer que Cristo ha bajado, que lo tenemos agarrado por las barbas, que nos convida a una cervecita fría mientras asiente dándonos palmadas en el hombro, nace la creencia de que somos superiores, de que nos ultrajaron y hay que cobrar venganza antes o después, pero cobrarla. A partir de disparates como ése nacen las más alocadas supercherías sobre nosotros y sobre el lugar que ocupamos en la trama dura y caníbal de este mundo, que ya sabemos no es ningún lecho de rosas.
Nacionalismos de todos los pelajes, complejos de superioridad o de inferioridad letales, ideas de pureza racial o cultural y otros delirios por el estilo, o Nerón, Hitler, Stalin, Milosevic, Pinochet, Castro, Pol Pot; detente un segundo, míralo con calma y dime si no hay que educar en serio para poner de patitas en la calle a cuanto huela a suposiciones parecidas, a "asépticos" diálogos como éste, a tanto tirio y troyano incapaz de meterse en la historia sin gríngolas ideológicas, sin demagogia chauvinista a la hora echarle una ojeada al pasado y al presente.
Por supuesto que España conquistó, y lo hizo a la fuerza y a la bruta, con saña y crímenes de por medio. Negarlo es una absoluta necedad pero lo otro, alimentar odios, resucitar rencores, culpabilizar y no olvidar, hoy por hoy, es una imbecilidad tallada a fuego lento. A las alturas del año que vivimos la España de la Conquista forma parte de nuestra historia, y nosotros de la de ella, la historia con mayúsculas, y quien pretenda ahora hacer lodos con aquellos polvos es un tarado que únicamente se cura con lecturas, con buenos libros, con eso que dieron en llamar cultura. Lo otro es bolsería y bajeza humana, buenas para escupir sandeces y peligrosísimas si hallan tierra fértil en la que materializarse. Al diablo con todas ellas, Siempre.
jueves, 1 de octubre de 2015
Lo indomable y el diablo
Tres sospechosos
Si tuviese que opinar acerca de cuáles han
sido los tres hombres de pensamiento que más influencia han tenido en la
historia de la cultura occidental desde el siglo XIX hasta el presente, no
dudaría en afirmar que Marx, Nietzsche y Freud son los cabecillas.
“Maestros de la
sospecha” es la célebre expresión que el filósofo Paul Ricoeur utilizó para designar
a estas tres genialidades que siguen dando qué pensar en un siglo que obliga a
replantearse la forma como se conciben las relaciones humanas y los nuevos
cambios que acontecen.
Cada uno de estos pensadores propone
una manera de entender al hombre y a lo que lo circunscribe, pero tal vez lo
más trascendente es que plantean desde ángulos diferentes, estrategias para la
resolución de la dura tarea de “ser un ser humano” en un mundo que cambia de
prisa.
Para Marx, son las fuerzas económicas
las que explican la condición humana, siendo el marxismo a fin de cuentas una
propuesta para cambiar el curso de la civilización, en otras palabras, un
método. Los intereses económicos y la recomposición de los mismos, habrían de
ser el camino para la creación de una nueva sociedad. Sin embargo, de esta
premisa han surgido las peores formas de totalitarismo y cercenamiento de
libertades. El fracaso marxista y la testaruda insistencia en retomarlo, sigue
dejando huellas de dolor y desolación, que amenazan con prolongarse en este
siglo que va sumando años.
En Nietzsche, se cuestiona la esencia misma del hombre, pues plantea una genealogía de la moral que habría estar “más allá del bien y del mal”. Para entender a Nietzsche, hay que asumir que expresiones como la de señalar que “la esperanza es el peor de los males, porque prolonga el sufrimiento humano”, conducen a tratar de superar nuestra situación de seres vivos por un ser superior, un “superhombre”, que sería un intento de perfectibilidad de lo que somos en realidad: Seres signados por la debilidad y las ataduras de los prejuicios y las creencias inherentes a lo aprendido para lo cual Nietzsche plantea la idea “política” de crear un hombre mejor. La exaltación de la conciencia individual por encima del colectivismo que castra el ingenio es una manera como el pensamiento del alemán deriva en la construcción de todo un bagaje de ideas que seducen.
Freud pareciera que resucita cada vez que se le da por muerto. La construcción de un sistema de pensamiento basado en premisas sin posible altercación hace que el psicoanálisis sea una manera de entender al hombre. Son las fuerzas más duramente arraigadas en el plano de lo inconsciente las que determinan la actuación humana. El psicoanálisis estudia al hombre desde la envidia que lo mueve, que lo marca y necesariamente envilece. Las fuerzas más oscuras son las que motorizan nuestra especie, condicionando una forma determinista de conducirse que termina por tratar de comprender el motivo del triunfo de lo irracional por encima de la inteligencia; de la barbarie por encima de la humano. Es allí donde entra el método a través del cual Freud plantea una modificación de las bases de la condición inconsciente, elevando al plano racional nuestras peores miserias.
Estos tres pensadores europeos siguen
elevando la batuta de las maneras como necesitamos arraigarnos a las creencias
para dar estructura a nuestro modo de pensar. Ahora bien lo insólito de los
tres no es lo que los diferencia, sino lo que los une. Para los tres, la
conciencia humana es una conciencia falsa. El hombre es en ser desarraigado de
su condición porque no se da cuenta de la misma. Para Marx somos seres
alienados porque las fuerzas económicas determinan nuestra vida. Para Nietzsche
la blanda condición compasiva y enclenque hace que seamos desatinados al tratar
de entender el mundo y Freud señala que lo inconsciente es lo que marca el
destino del hombre.
En fin, que lo más atrayente de estas
tres posturas frente a lo que significa la existencia y la condición humana
está marcada por la percepción de estos tres filósofos de que el hombre no
entiende la realidad que vive y difícilmente será capaz de comprenderla por su
incapacidad para darse cuenta de lo que acontece en todo aquello que lo
circunscribe. Tres formas de ver la vida, tres caminos para tratar de generar
cambios, unidos bajo la paradójica visión de que el ser humano es incapaz de
entenderse a sí mismo.
En un siglo que asoma la expansión de
formas de pensamiento primitivo, donde se ha cosechado el fracaso de las
utopías, y la violencia aterroriza a la humanidad, bien vale la pena volcarse
al estudio del pensamiento universal, a sus desatinos y a sus enormes aciertos.
Un tiempo para cultivar la
introspección y entender que por encima de las diferencias, debe ser el respeto
y la infinita tolerancia al otro, lo que marque la civilización y condicione
toda acción humana. Por encima de nuestra incapacidad de comprender el mundo,
lo que une a las personas suele ser saludable y lo que separa propende a ser
malsano.
Publicado en el libro de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos, Consejo de Publicaciones de la ULA. 2015.