Quien domina el lenguaje, termina por
controlar el pensamiento de un colectivo. Durante más de una década, a través
de múltiples intervenciones por los medios de comunicación, particularmente la
televisión, el Presidente anterior modificó el lenguaje de los venezolanos.
Uno de los primeros aspectos en ser modificados desde la instancia del poder presidencial fue la historia. Basado en una argumentación pseudo-histórica, se creó el desatino de dividir (en un alarde de aviesa manipulación) a la República en “cuarta” y “quinta”. El problema no es que el Presidente haya inventado esta clasificación insulsa sin bases históricas, sino que el colectivo propendió a repetirla a pie juntillas. La “quinta república” bajo el léxico de los actuales dirigentes es lo que estamos viviendo: Un disparate histórico.
Otro elemento de interés es la modificación de los “símbolos” tradicionales a los cuales lastimosamente nos acostumbramos casi de inmediato. El escudo Nacional sufrió modificaciones (le enderezaron el pescuezo al caballo). Se le agregó una estrella a la bandera nacional (no entiendo por qué una y no más) y para rematar se cambió la hora nacional, haciendo que técnicamente oscurezca más temprano, convirtiendo las ciudades tenebrosas antes de tiempo. Cambiar el nombre del país no sólo es una demostración simbólica de fuerza política, sino que nos obliga a todos a ser “bolivarianos”, bajo la premisa de que Bolívar era ¿socialista?
Nos cambiaron el nombre de las calles, la Principal de Maripérez, por ejemplo, se llama ahora Augusto Sandino (al menos cambiaron los letreros) y existen estatuas y hasta un busto, de cuestionables líderes “políticos” que han actuado al margen de la ley. El peine mayor fue el discurso maniqueo llevado al extremo. El “ustedes y nosotros”, que en realidad es una falsedad, pero crea división entre ricos contra ricos, pobres contra pobres y demás combinaciones posibles. Se creó la palabra “escuálido” como término peyorativo y mucha gente se hizo eco de ella en términos afrentosos, lo cual a mi juicio fue caer en la necedad de absorber todo un discurso inflado de descalificaciones, ante las cuales se debió actuar con prudencial sordera.
Según la clasificación marxista, “burgués” es el que no trabaja con las manos, o sea el que no es ni obrero ni jornalero agrícola. Burgueses del siglo XXI son las enfermeras, los maestros, los técnicos, los “expertos” en cualquier área y por supuesto, los militares. Burgués es gran parte de la población, que influenciada por el discurso político terminó creyendo que ser burgués es un término peyorativo, cuando en realidad es Marx quien precisa las connotaciones del término basado en cierta parte de la sociedad europea del siglo XIX. Total, que caímos como tontos útiles y utilizamos toda una nomenclatura y un conjunto de términos que nos fueron implantados de manera planificada y además los terminamos por convertir en propios. La palabra como instrumento para someter al ciudadano y restringir su campo de pensamiento y su capacidad de cuestionamiento.
Los países europeos que vivieron el socialismo real ya pasaron por todo esto. Siempre me ha llamado la atención la facilidad con la cual se deslastraron del falso discurso “revolucionario” y de cómo de la noche a la mañana le volvieron a cambiar el nombre a las cosas y les colocaron las designaciones originales. El tiempo corre y dirá.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 01 de febrero de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario