Hay una constante histórica
propia de toda generación que se ve desplazada por los grupos emergentes y es la
propensión por creer que “todo tiempo pasado fue mejor”. En realidad, se trata
de una manera decadente de asumir los procesos de cambio propios de cualquier
época, que se ha repetido de generación en generación hasta el presente. ¿Hay
algo de cierto en esta frase? ¿Todo tiempo pasado fue mejor?
Sabores y sinsabores
Luego de haber atravesado una
pandemia, que pudo ser atenuada gracias al uso de un recurso tan primitivo como
la vacuna, no puedo sino creer que el “todo tiempo pasado fue mejor” es
solamente una expresión de intolerancia a los cambios propios de cualquier
sociedad. El tiempo pasado, que nos sirve para aprender, no fue ni peor ni
mejor, sino diferente. El poder calibrar lo que se gana con cada diferencia es
el ejercicio del hombre juicioso que tiene interés en descifrar las entrañas de
su propio tiempo.
Tiempo ajeno, tiempo distante
Cuando tratamos de comprender
la contemporaneidad, caemos en la paradoja perfecta, en la cual, precisamente
por estar inmersos en nuestro propio tiempo, somos incapaces de comprenderlo.
No vemos sus alcances ni podemos captar su justa dimensión. El pasado, por el
contrario, representa una suerte de zona de confort, puesto que lo pretérito nos
da confianza y nos aleja de la incertidumbre. El pasado, contrario al presente,
representa la quietud, aquello que es por definición inmóvil, porque ya no
existe. El pasado es solo una pieza que forma parte del engranaje de nuestros
recuerdos.
Tiempo presente y danza
callejera
La contemporaneidad puede
llegar a representar la máxima expresión de lo incierto, porque no somos
capaces de entenderla. El presente se está moviendo de manera indetenible y no
sabemos a dónde vamos. De ahí que lo presente representa la inseguridad y el desasosiego.
Un hombre de su tiempo, por estas razones, es en realidad un ser ajeno y distante
de su propia contemporaneidad. Un hombre de su tiempo no es capaz de entender
la dimensión en la cual pareciera encontrarse atrapado. Esta es una de las más mordaces paradojas de
lo humano, fuente de infortunios y desvelos que, sin mucha sustentación, pero
de manera muy comprensible, marcan lo humano de manera transversal y
definitoria. Tratamos de bailar al ritmo de nuestro tiempo, pero creemos que es
un tiempo que ya no nos pertenece.
Pero nos queda Messi
Un muchacho de provincia aprende
a jugar con la pelota y por ser de baja estatura, recibe un tratamiento inyectado
para crecer. Es capaz de jugar como nadie y eleva el fútbol a un nivel nunca visto.
Eso está ocurriendo en plena contemporaneidad. A la par que la tecnología va
ocupando espacios, Messi, a través de su cuerpo, que es una expresión de
grandeza biológica, nos recuerda que, en lo esencial, pocas cosas han cambiado.
El cuerpo sigue siendo el reducto principal de lo humano y en ese cuerpo se
baten de manera incesante emociones y percepciones, que hacen de lo vital, una
expresión animal. Somos un grupo abultado de mamíferos desarrollados que
estamos aspirando a llegar más allá de lo que nuestra biología es capaz de
alcanzar. Por eso apelamos a lo tecnológico. Pareciera que nada nos basta.
Locuras, desvaríos, cordura
Lo humano lucha por no ser
etiquetado y al tratar de despegarnos de los demás, terminamos siendo uniformados.
No contentos con querer transgredir nuestro presente, caemos en una paradoja
producto de una paradoja y es que cuando creemos que grupalmente podemos
diferenciarnos del grupo que nos precedió, terminamos por vestir, hablar y pensar
de la misma forma. La uniformidad termina por imponerse y de manera lenta, pero
puntillosa, la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, se va apoderando del
espíritu de cada generación. En la feria de las falacias, las nuevas ideas
tienen quien apueste por ellas. No hemos terminado de entender una premisa
nueva cuando ya hay que darle espacio a la que viene detrás. La carrera
intergeneracional no se detiene.
Conservadores y liberales
En esa eterna espiral de elucubraciones
que van dando vueltas, los liberales desean que sus ideas se fosilicen y se van
transformando en conservadores. Los conservadores quieren que sus maneras de
ver y entender la realidad se mantengan inalterables en el curso del tiempo.
Ambos grupos terminan remando hacia el mismo destino mientras una nueva generación
se abrirá paso e intentará construir una retórica capaz de cautivar y convencer.
Cautos, incautos y descreídos hacemos vida en sociedad mientras el tiempo pasa
y los mismos atardeceres se repiten una y otra vez. Probablemente hasta
siempre. Indudablemente para satisfacción de una eternidad que se jacta de
durar. Los malabares de lo real se terminarán por imponer y volveremos a escuchar
la desvencijada cantaleta de que todo tiempo pasado fue mejor.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 12 de junio de 2023.
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