Descansando un fin de
semana cualquiera, decido reencontrarme con amigos migrantes que siguen
formando parte de mis afectos para ponerme al día en relación con el presente,
futuro y recrear un pasado que, de tan distante ya comienza a parecer ajeno.
Entre el blanco y el negro la variedad es infinita, por lo que la reunión
alcanza niveles tan elevados que los discursos necesitan aterrizarse en la
realidad para poder avanzar en la juerga. Una auténtica montaña rusa de
emociones en donde no todo es acuerdo, pero siempre sale al ruedo la risa.
La sonrisa, la risa, la
carcajada
Si no fuese por la risa
suprema, que logra mitigar el peso de lo humano, nuestro paso por estas tierras
se haría siempre cuesta arriba. La risa que logra que los espacios que ocupamos
se humanicen y necesariamente se banalicen. Sin ella estuviésemos doblemente
indefensos en la oscura incertidumbre de la vida y gracias a ese tramo que va
de la sonrisa a la carcajada, nuestro espíritu es capaz de exorcizarse sin
tanto esfuerzo.
Avances y retrocesos
De avanzar y retroceder está hecha cada estrategia y cada paso que realizamos. En ocasiones somos el protagonista de nuestro propio universo y en otras solo vemos los toros desde muy atrás de la barrera. Ser el ombligo de nuestro propio mundo es tan necesario como coger distancia de nosotros mismos. De esas y otras congruencias e ideas enrevesadas hablábamos en el calor del verano de un sur que poco a poco puede dar paso a las distensiones necesarias para seguir adelante y poner cada pieza de nuestra vida en justo equilibrio.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 23 de enero de 2023. En el diario El Universal de Venezuela el 24 de enero de 2023.
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