Las múltiples expresiones
autodestructivas en ocasiones adquieren tal dimensión que su trascendencia se
puede apreciar como un elemento positivo en el contexto de la socialización y
el avance cultural. La exaltación de lo malsano como virtuoso no solo es
consecuencia de la vida colectiva, sino que, desde lo tangible, algunas
conductas que tienden a revertirse contra el sujeto o el grupo al cual
pertenece terminan por generar beneficio propenso a convertirse en ganancia a
largo plazo. Lo autodestructivo acompaña lo humano, al punto de que va de la mano.
La guerra y la paz
Lo bélico, por ejemplo, es la
exaltación de la violencia y su adaptación a lo que puede ser apreciado como
loable. El héroe de guerra es autodestructivo por antonomasia, por cuanto no
busca el consenso y el ceder para ganar, sino que, apuesta a aplastar al
enemigo, lo cual no siempre pasa. Sea a través de la confrontación directa o a
través de la aquiescencia como estrategia, las grandes luchas van de la mano
con la muerte como consigna, cuando no el hacerse daño para poder conquistar espacios.
Las luchas por la no violencia terminan por ser expresiones de carácter controvertido
por cuanto no se apuesta por la trascendencia sino por alcanzar extensiones de
poder a través de revertir la violencia contra sí mismo.
Sólo es un método
Un método es la representación
organizada de un intento por establecer una creencia o una forma de pensar en
un contexto determinado. El método científico es una propuesta establecida para
tratar de atrapar la verdad. Se va acorde al método en su sentido más
aceptable, cuando el mismo permite su falsabilidad, que es la capacidad de ser
sometido a pruebas que lo contradigan. Si no se puede contradecir, o no permite
refutar, es una falacia de origen. La posibilidad de poder ser reproducido es
el otro elemento propio de cualquier método creíble. En las disciplinas que
tratan de abordar lo social, el método se basa en la asociación con lo
histórico y tanto la falsabilidad como la posibilidad de reproducir un fenómeno
dependen de experiencias anteriores. El asunto es que, aunque no se alcance la
verdad, el método se convierte en el camino para tratar de preconizar una idea
o un conjunto de ideas y hacer que parezcan ciertas. De ahí que todo intento
por conseguir la certeza estará asociado a un método y a un discurso o
experimento que intente darle forma a aquello que queremos dar alcance. Los
seres humanos no razonamos, solo argumentamos. Por eso, por más intentos que
hagamos por asir lo cierto (“la verdad”), es lo discursivo y lo argumentativo
lo que finalmente va a triunfar.
La razón y la verdad
Bajo la falsa creencia de que
somos racionales, le damos preponderancia a la idea de que solo a través del
esfuerzo y sufrimiento se llega a los respectivos destinos. No se estimula la
idea de lo fácil, sino la del camino arduo para alcanzar las metas a las cuales
aspiramos. Nada mal porque la esencia de la vida en sociedad probablemente sea
la competencia entre pares. Todo lo cual nos lleva a un principio básico y es
que somos héroes de nuestras batallas y guardianes de nuestros logros en la
medida que tengamos capacidad de lucha. En ese afán de luchar, la palabra
aplastar es desplazada por competir. En realidad, la razón es solo un intento
por acercarnos a la verdad de las cosas, pero nuestras capacidades no nos
permiten llegar tan alto. De ahí que argumentamos. En eso somos buenos. Desde
nuestra pequeña dimensión, tratamos de darle forma a la realidad a través de lo
discursivo. El lenguaje puede crear grandes entelequias y castillos imaginarios,
pero no es capaz de hacernos apreciar la verdad de lo que perseguimos.
Destruir y construir
Cada milímetro de avance civilizatorio va acompañado del estruendo que genera el dolor y el tormento. Si vemos la biografía de cualquier persona que haya trascendido un poco más allá de su plano perceptivo, veremos un cúmulo de horrores que lo acompañan. El arte sin la aparatosa compañía de lo tensional no llega a ser arte porque es precisamente la exaltación de lo doloroso lo que alcanza el nivel de obra creativa. Regodearse en la felicidad solo conduce a lo vacuo y al aburrimiento porque lo humano es afín a lo dramático y lo aparatoso. Por eso, muchas veces detrás de quien nos muestra el camino a la felicidad solo vemos un cúmulo de sobresaltos sin los cuales no estuviera buscando la felicidad. Es sospechoso quien está buscando el camino y quiere mostrárselo a los otros, por cuanto en muchos casos es un intento por convencerse a sí mismo de lo que anda buscando. No es un reproche de nuestra parte, solo un intento de clarificación. Lo humano suele estar reñido con la aceptación del equilibrio y en “la búsqueda” se encuentra una trampa propia de la existencia. Personas y sociedades autodestructivas han cundido en la historia de la civilización. Algunas han perdurado en nuestra memoria colectiva precisamente por su capacidad de hacerse daño.
Publicado en varios medios de comunicación a partir del 26 de febrero de 2023.