Hay cosas
de mal gusto, como la militancia artística, por ejemplo. Cuando el arte, lejos de
subvertir el orden de las cosas, pasa a ser un elemento propagandístico al
servicio de una ideología, se desnaturaliza su esencia y neutraliza su
potencial. El director de cine español Luis Buñuel se hizo mexicano al terminar
la guerra civil y la censura franquista le imposibilitó seguir produciendo
obras en España. Su arte es totalmente tendiente al cuestionamiento del orden
establecido y lanza certeros ataques a la iglesia, a los políticos que
ostentaban el poder, a las normas sociales de la época y toma posición en
relación con temas difíciles de manejar. Su obra es por antonomasia un reflejo
de arte en contra de. Luis Buñuel es uno de los más grandes directores
de cine de todos los tiempos y sin dudas un genio.
Copiar y
pegar
Pedro
Almodóvar, considerado por muchos un buen director de cine, acaba de mostrar su
última obra: Madres paralelas. Desde la comodidad de su hogar, trata de
hacer propaganda ideológica a través de un filme que lejos de intentar
trastocar el orden establecido, es un ejercicio de genuflexión que exalta los
logros sexuales de los movimientos a los cuales pertenece y cultiva la idea de
división y venganza desde un puesto de poder. Lo que hace Almodóvar es
contrario a la esencia del arte, porque a mi parecer, termina siendo la bandera
de expresión de una autoridad que ya controla gran parte de la manera de
conducirse del ciudadano de occidente. A mi juicio, inicialmente (siglo XX)
Almodóvar era un transgresor. Hoy en día (siglo XXI) solo es un elaborador de
panfletos. Queda por resolver el interesante dilema entre lo que es arte y lo
que deja de serlo dependiendo del tiempo y el lugar donde se exponga.
Mi lucha
Leí Mi
lucha hace mucho tiempo. Fuera de contexto, es una obra que genera
emotividad juvenil. En ese momento entendí que lo que decía Fidel Castro con
relación a que la historia lo absolvería lo había tomado de Adolfo Hitler. En
ese mismo tiempo leí un libro de Federico Nietzsche donde señalaba que algunos
lo criticaban porque sus libros eran una suerte de trampa para seducir incautos.
Entonces me di cuenta de que, si un arte se precia de serlo, es aquel que es
capaz de seducir. Sin ese elemento, no hay arte. La seducción a través de la
obra, generalmente se logra porque se está intentando trastocar algo
establecido. Exaltar lo establecido no tiene mucho valor. Uno de mis escritores
favoritos, Julio Cortázar, a la par de haber escrito genialidades literarias,
elabora panfletos que desean imponer un tipo de orden, que en realidad es un
intento por tener poderío social. Más descreído de lo habitual, conforme van
pasando los años, dejo de creer en lo que me parece obvio y aburrido y sigo
deleitándome con lo inusual. Cualquier cuento de Cortázar basta para
reconciliarse con el arte. Un panfleto de Julio Cortázar nos recuerda lo humano
que es.
Bailando
y cazando
Hay
artistas que se vuelven polímatas y no hay nada sobre lo cual no tengan una
opinión establecida. Eso se alcanza cuando se tiene certeza en relación con las
cosas. Para quienes cada día que pasa nos volvemos más descreídos, sabemos que
es casi imposible cultivar la coherencia intelectual. Lejos de aferrarnos a
pensamientos anquilosados, vamos sembrando dudas por donde pasamos. De ahí que
se piensa porque se duda y si lo que existe es pura certeza, ya no tiene mucho
sentido hacer el intento de pensar. Pensar es, ha sido y por fortuna, espero
que siga siendo, el ejercicio de reformular aquellas cosas que tenemos por
ciertas y escrutarlas bajo el lente de la desconfianza. Mi padre, que a sus
ochenta años suele jugar con las palabras, compone y canta. En uno de sus
ejercicios intelectuales, me formula una pregunta, que lejos de generar una
respuesta, termina por transformarse en acertijo. Le contesto que su pregunta
no tiene solución para mí, por cuanto la considero un enigma y que tal vez a su
edad podría contestarle. Creo que mi padre alcanzó un nivel intelectual al cual
aspiro un día llegar. Plantearse el ejercicio de resolver enigmas por gusto es
una manera de conducirse que parece divertida.
Amigos
enemistados
Tener que
migrar forzosamente, enfrentarse de nuevo a la noche y batallar con los eternos
lugares comunes pareciera que es un punto de encuentro que compartimos muchas
personas. Ese grupo de gente que en realidad somos minoría, constituimos una
especie de comunidad marginal, marginada y tendiente a hacerse sentir desde la
esquina que ocupamos. La dimensión marginada del migrante es afín a la idea de
ver la realidad con lentes propios de quien cuestiona cada detalle que percibe.
Lo cuestiona desde el desarraigo, pero también del arraigo que nos genera el
hecho de que nos vamos universalizando conforme pasa el tiempo. Ser de
cualquier parte para no terminar siendo de ninguna genera una templanza que
siempre quise tener. A veces no es bueno que se nos cumplan los sueños.
Publicado
en el diario El Universal de Venezuela el 22 de febrero de 2022.