¿Qué
es mejor: ¿Ser querido o ser temido? Recientemente Harvard Business Review
Press ha publicado un libro que compila una serie de trabajos producto de
nuevas investigaciones sobre el liderazgo, las características de este y
algunas sugerencias puntuales para ejercerlo de la manera más adecuada posible,
las cuales son de utilidad. No pasaría de ser una investigación más sino es
porque hace énfasis en la importancia que tiene Nicolás Maquiavelo sobre este
tema y en particular su obra de imprescindible lectura: El príncipe.
Maquiavelo
reflexionó sobre este ya clásico “dilema” hace unos quinientos años y prefirió
no arriesgarse en su conclusión: “Se puede responder diciendo que uno debería
desear las dos cosas”, reconoció, “pero, puesto que es difícil unirlas en una
misma persona, es mucho más seguro ser temido que ser querido”.
Liderazgos
y el siglo XXI
El
miedo puede minar el potencial cognitivo, la creatividad y la resolución de
problemas, y hace que las personas se queden bloqueadas e incluso se
desalienten. Es una emoción intensa con efectos de larga duración. Se graba en
nuestra memoria como no lo hacen las emociones más frías. Sobre este asunto
tenemos ya un largo conocimiento que nos lo da el estudio de la historia, en
donde independientemente del tiempo y el lugar, líderes malsanos e inductores
de terror han impuesto su voluntad con el apoyo de los ciudadanos. Actualmente,
ciertas corrientes psicológicas, intentan demostrar que en parte Maquiavelo
tenía razón. Cuando tratamos de reconocer a otros, en particular a nuestros
líderes, nos fijamos primero en dos características: Lo encantadores que son
(su amabilidad, su empatía, su honradez) y lo temibles que son (su fortaleza,
su intermediación o su competencia). Aunque hay algunas diferencias sobre la
forma adecuada de etiquetar estos rasgos, los estudios coinciden en que estas
son las dos dimensiones principales de la opinión social. Así pues, ¿qué es
mejor?, ¿ser amable o ser fuerte? En la actualidad, la mayoría de los líderes
tienden a enfatizar su fortaleza, su competencia y sus credenciales, siendo
coincidentes los expertos en que se trata de un enfoque que debe cambiar. Los
líderes que transmiten fortaleza antes de generar confianza corren el riesgo de
suscitar el miedo y, con él, una serie de comportamientos disfuncionales.
Atracción
fatal
La
creencia popular sugiere que la mayoría de los líderes carismáticos son los
mejores líderes. Los líderes carismáticos tienen, por ejemplo, la habilidad de
alentar a los demás para que tengan un mejor rendimiento y de infundir
compromiso, confianza y satisfacción. Como consecuencia de ello, las personas
suelen percibirlos como líderes más efectivos, a diferencia de los líderes
menos carismáticos. El asunto es que el líder de masas, atribulado de su propio
carisma, tiende a decir las cosas que las personas quieren escuchar, lo cual lo
va minando en su capacidad de ser objetivo y operativo, estableciéndose una
suerte de espiral en la cual mientras más carismático es, más incapaz se va
haciendo. No dejan de ser relevantes las respuestas a la clásica pregunta: ¿Qué
es lo que impulsa a las masas a unirse en torno a una persona y someterse a sus
dictados? Básicamente la proyección de sus anhelos en la persona del líder y la
esperanza de que éste los satisfaga. Estos deseos se polarizan en: 1. La
búsqueda de seguridad. Se obedece para sentirse protegido. 2. Resentimientos y
deseos de revancha. Se unen y obedecen para ser más potentes en la agresión.
El
líder por venir
Las
actuaciones de los potenciales opresores están deliberadamente embebidas en
teatralidad y técnica publicitaria. La necesidad de dotes histriónicas en un
líder, no solo político sino religioso, ideológico, etc., explica el que
aparezcan como conductores o guías, haciendo propaganda política,
personalidades de la farándula como cantantes, actores y periodistas, mostrando
sus deseos de aspirar al poder. La utilidad de estos oficios no solo radica en
que sean conocidos y populares, sino en la potencialidad de transmitir un
mensaje a través de un contagio emotivo que encubre su vacuidad ideológica y su
formación cultural. En la maraña de encrucijadas que han marcado el tiempo que
corre, considerando que atravesamos una pandemia más una recesión económica, se
hace muy difícil que los líderes de los Estados no asuman una posición
paternalista con respecto a las grandes masas de seres a quienes representan.
Nuestro tiempo estará marcado por la necesidad de atender a grupos vulnerables,
los cuales crecerán, dado que, al haber un empobrecimiento general de la
actividad comercial, casi todos nos veremos afectados. Es el medio de cultivo
ideal para que aparezcan los más desaforados iluminados y vendedores de
espejismos que potencialmente se harán del control de grandes masas, de manera
irresponsable y ajenos a la forma como debería comportarse quien tenga en sus
manos los destinos de una sociedad.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela y otros medios el martes 09 de febrero de 2021.
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