En los asuntos sociales no existe vacío. Cada espacio es ocupado si se descuida o se deja solo. Tal vez el caso venezolano es la mayor prueba de eso y los vaivenes “nivel carrusel” de los liderazgos hacen de nuestro país una demostración casi obscena sobre los alcances y calamidades relacionadas con asumir la responsabilidad de ser un guía, no ejecutar ese rol acertadamente y sus respectivas consecuencias negativas.
Ante la ausencia de un liderazgo coherente, sensato, no
autodestructivo y la premura de conducir al país a mejores senderos, lo
normal es que aparezcan protagonistas emergentes. Es algo tan obvio que
esperar lo contrario parece incluso ingenuo; de ahí que como fenómeno
social es un asunto atractivo, porque adquiere un carácter de
predictibilidad del cual es difícil no interesarse. ¿De dónde surge un
liderazgo emergente? Del sector que en el entramado de una sociedad se
encuentre marginado o afectado en sus intereses, porque en cualquier
estructura, poner a un lado a uno de sus protagonistas es hacer tiempo
para que inevitablemente reaparezca, pues creemos que tratar de dejar a
un grupo humano fuera de juego es como intentar desviar el cauce de un
río. Cada grupo de poder termina tarde o temprano por reclamar ese
espacio del cual ha sido desalojado. Es la historia de la humanidad
repetida hasta el cansancio.
Necesariamente, por representar un liderazgo ajeno a la
estructura de los partidos, los que suelen dar este tipo de sorpresas
deben desprenderse de los políticos de oficio y el discurso en el cual
se asoma la asepsia política es el arma indoblegable que caracteriza a
este tipo de fenómenos. Por eso, no puede compararse, mucho menos
medirse con ningún otro aspirante en procesos de “primarias”, u otra
manera de atajar sus aspiraciones, porque su fuerte es precisamente el
distanciarse de “los fracasados” en el constructo mental del ciudadano.
El outsider ha de presentarse como quien no ha tenido
experiencia en el lupanar político o de lo contrario, su candidatura se
desmembra. En fin, que quien surge debe provenir de sectores marginados o
representante de los que están a un lado y estratégicamente no puede
ser asociado con el sistema de partidos. Así ha sido de manera
recurrente a lo largo de la historia y los ejemplos sobran. Profesores
universitarios, gerentes, empresarios e intelectuales, llámense músicos,
poetas, dramaturgos, escritores y hasta alucinados, van y vienen en la
historia de los pueblos, unos con resultados muy positivos y otros
mostrando sin pudor su escandaloso fracaso.
En el fondo se trata de una paradoja perfecta, porque en
sus aspiraciones, ha de recurrir al discurso antipolítico por
antonomasia, que tanta desconfianza genera en los más responsables
sectores del pensamiento occidental. Un liderazgo de este tipo, si
aparece, tendría la potencial posibilidad de ofrecer como promesa, en
una maniobra certera, unir a todos los sectores enfrentados actualmente
en Venezuela. Ajeno a la politiquería, el outsider viene a unificar,
porque al no tener en el imaginario un saco de defectos a cuestas,
funciona como un redentor que sobrepasa los linderos del bien y el mal.
De la idea de salvación operativa al mesianismo más rancio sólo hay un
paso y ese es uno de los riesgos propios de este tipo de casos. La
aparición de un mesías ocurre cuando los hombres no saben hacer
política.
En países en donde la política fluye adecuadamente no
aparecen estos fenómenos, mas en el caso de Venezuela, el asunto parece
que es la única opción entusiasta que podría tener el votante opositor
en el escenario de unas elecciones presidenciales cercanas. El outsider
no se “ensucia” con políticos de oficio, porque representa el futuro y
lo esperanzador, todo lo cual es asumido como un valor, produciendo gran
movilización de emociones, las cuales se transforman en vínculos de
carácter pasional. En el surgimiento de estos fenómenos políticos, dado
su carácter arrollador (cuando sucede), juegan un rol determinante los
asesores (potenciales caimanes en boca de caño), porque a fin de cuentas
la genialidad de un político radica en saber seleccionar a las personas
con las cuales se rodea. Si sabe escoger a los mejores, la cosa podría
potencialmente tener buen rumbo y si escoge malos consejeros, será un
desastre seguro.
En la arena política, no tiene nada de raro que se cumpla
el adagio y cachicamo suela trabajar para lapa. Cuando esto pasa, se
percibe al iluminado de manera dicotómica, como las dos caras de una
moneda y se asume la posición “todo o nada” de la vida, y para los que
no creemos en cuentos de hadas se da pie a que nos invada la más
decantada incertidumbre. Al evaluar resultados de esta clase de
fenómenos, como sujetos, unos han optado por aferrarse al poder y minar
su imagen y otros han quedado para la historia como los salvadores de su
tiempo y de su generación. Desde esta esquina nos dedicaremos a seguir
de cerca lo que pareciera propio de una dinámica aparentemente factible.
Twitter: @perezlopresti
Ilustración: @odumontdibujos
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Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 19 de diciembre de 2017
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