domingo, 12 de marzo de 2017

Pensar y vivir


La posibilidad de haber adquirido a lo largo del tiempo una formación de carácter cultural, es un privilegio del cual algunos nos hemos beneficiado. Las largas horas de esfuerzo casi monástico que significa arroparse con una serie de ideas, darles forma y hacer que adquieran una caracterización personal es una práctica que requiere de toda una vida.

El estudio constante, como si cada día fuese la antesala de tener que prepararse para responder un examen al día siguiente, ha sido la manera como algunos nos hemos conducido y lo seguimos haciendo. La máxima de Francis Bacon al señalar que “saber es poder”, le da la cualidad de fuerza personal y social a quien posee la pericia o el dominio de un arte.

Ese cultivo personal, que pudiésemos llamar intelectual, requiere la conjunción de varios factores, uno de los cuales es que quien se adentra en el mundo de las ideas, queriendo o no, se va vinculando con quienes forman parte de su generación. De ahí la frase implacable de Jorge Luis Borges cuando señala que “nadie quiere deberle nada a sus contemporáneos”, porque las enmarañadas fuerzas oscuras de la envidia enceguecen lo justo: Todos pertenecemos a una generación y de esa generación se van reforzando impulsos que inducen la creatividad.

Es impensable la existencia de un artista o de un pensador sin la preexistencia de quienes han sido sus guías o ejemplos a seguir. De igual manera, es inusual la presencia de un hombre de ideas sin la coexistencia de sus contemporáneos. Estoy agradecido de pertenecer a una generación de pensadores que nos hemos retroalimentado unos con otros, tratando de ganarle la máxima savia al tiempo, intentando sacarle el último filón de oro a la mina que es la vida. 

Mariano Nava Contreras, Ricardo Gil Otaiza y mi persona, vivimos en la ciudad de Mérida, hacemos vida académica en la Universidad de Los Andes, tenemos libros publicados y escribimos en el diario El Universal de Venezuela. Desde hace unos cuantos años seguimos la obra de cada uno, nos reunimos a ver en qué proyecto anda montado cada cual y debatimos en torno a los más variados temas, siempre anclados a la pasión que nos une, que es el hecho de que los tres somos escritores.

La academia nos ha dado mucho y mucho hemos dado a la academia porque en esencia somos representantes de lo más depurado del tradicional concepto platónico de lo que significa ser un académico. Cada uno de los tres somos tendientes por naturaleza al debate, estamos formados en el arte de la retórica y cultivamos la elocuencia. Pero por encima de todo, somos respetuosos con la manera de pensar del otro y de los otros, ya que entendemos que la virtud que está por encima de cualquier otra es la libertad de pensamiento y de acción.

Somos tres escritores crecidos y formados en la ciudad de Mérida, que nos hemos convertido en casi una especie de símbolos de lo universitario. Eso nos ha dado una fuerza moral aplastante y llenado de gratificaciones y de algunas amarguras, cuando nos ha mordido la serpiente de la envidia que causamos en quienes han tratado de adversarnos por nuestra postura ante la vida.

Es difícil que tres personas tengan personalidades tan opuestas. Mariano Nava Contreras cultiva un escepticismo propio de quien no se cree cualquier cuento, blindado de una formación clásica con estudios filológicos en importantes centros educativos de Europa. En uno de los más importantes filólogos helénicos que existe. Ricardo Gil Otaiza no solo tiene el más abultado currículo académico que conozco, sino que su carácter de polígrafo le ha permitido desarrollar una muy prolífica y profunda obra escrita que sigue creciendo cada día. Su pasión ante las cosas de la vida hace que asuma cada compromiso con vitalidad y emotividad. De mí, solo diré que he pasado la vida en los más extravagantes lugares y he conocido a las más controvertidas personas, todo lo cual ha sido parte de la fuente de inspiración para mis trabajos.

Un día, mientras los tres tomábamos café, se nos ocurrió la idea de darle forma a un proyecto que llamamos “Reflexiones filosóficas”. Es así como durante todo 2017 y una vez al mes, nos estamos reuniendo en la prestigiosa “Cátedra Simón Bolívar” de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de los Andes para tratar los más sencillos y peliagudos asuntos propios del pensamiento y de la vida. La idea es darle forma tangible al hecho de que por una serie de causas y de fuerzas que han confabulado para unirnos, logramos en un mismo sitio exponer los más disímiles y apasionantes asuntos propios de quienes pasamos por la vida y terminamos haciendo un poco de ruido. Hemos realizado un esfuerzo por invitar a las más admirables personas que marcan la vida académica en la Universidad de Los Andes y como docentes, inspiran a generaciones de estudiantes provenientes de todos los rincones del país. Una iniciativa encomiable, que debe salir airosa, ante las adversidades propias de los tiempos que corren.


Twitter: @perezlopresti



Ilustración: @odumontdibujos 

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