La
posibilidad de haber adquirido a lo largo del tiempo una formación de carácter
cultural, es un privilegio del cual algunos nos hemos beneficiado. Las largas
horas de esfuerzo casi monástico que significa arroparse con una serie de
ideas, darles forma y hacer que adquieran una caracterización personal es una
práctica que requiere de toda una vida.
El
estudio constante, como si cada día fuese la antesala de tener que prepararse
para responder un examen al día siguiente, ha sido la manera como algunos nos hemos
conducido y lo seguimos haciendo. La máxima de Francis Bacon al señalar que
“saber es poder”, le da la cualidad de fuerza personal y social a quien posee
la pericia o el dominio de un arte.
Ese
cultivo personal, que pudiésemos llamar intelectual, requiere la conjunción de
varios factores, uno de los cuales es que quien se adentra en el mundo de las
ideas, queriendo o no, se va vinculando con quienes forman parte de su
generación. De ahí la frase implacable de Jorge Luis Borges cuando señala que
“nadie quiere deberle nada a sus contemporáneos”, porque las enmarañadas
fuerzas oscuras de la envidia enceguecen lo justo: Todos pertenecemos a una
generación y de esa generación se van reforzando impulsos que inducen la
creatividad.
Es
impensable la existencia de un artista o de un pensador sin la preexistencia de
quienes han sido sus guías o ejemplos a seguir. De igual manera, es inusual la
presencia de un hombre de ideas sin la coexistencia de sus contemporáneos.
Estoy agradecido de pertenecer a una generación de pensadores que nos hemos
retroalimentado unos con otros, tratando de ganarle la máxima savia al tiempo, intentando
sacarle el último filón de oro a la mina que es la vida.
Mariano
Nava Contreras, Ricardo Gil Otaiza y mi persona, vivimos en la ciudad de
Mérida, hacemos vida académica en la Universidad de Los Andes, tenemos libros
publicados y escribimos en el diario El Universal de Venezuela. Desde hace unos
cuantos años seguimos la obra de cada uno, nos reunimos a ver en qué proyecto
anda montado cada cual y debatimos en torno a los más variados temas, siempre
anclados a la pasión que nos une, que es el hecho de que los tres somos
escritores.
La
academia nos ha dado mucho y mucho hemos dado a la academia porque en esencia
somos representantes de lo más depurado del tradicional concepto platónico de
lo que significa ser un académico. Cada uno de los tres somos tendientes por
naturaleza al debate, estamos formados en el arte de la retórica y cultivamos
la elocuencia. Pero por encima de todo, somos respetuosos con la manera de
pensar del otro y de los otros, ya que entendemos que la virtud que está por
encima de cualquier otra es la libertad de pensamiento y de acción.
Somos
tres escritores crecidos y formados en la ciudad de Mérida, que nos hemos convertido
en casi una especie de símbolos de lo universitario. Eso nos ha dado una fuerza
moral aplastante y llenado de gratificaciones y de algunas amarguras, cuando
nos ha mordido la serpiente de la envidia que causamos en quienes han tratado
de adversarnos por nuestra postura ante la vida.
Es
difícil que tres personas tengan personalidades tan opuestas. Mariano Nava
Contreras cultiva un escepticismo propio de quien no se cree cualquier cuento,
blindado de una formación clásica con estudios filológicos en importantes
centros educativos de Europa. En uno de los más importantes filólogos helénicos
que existe. Ricardo Gil Otaiza no solo tiene el más abultado currículo
académico que conozco, sino que su carácter de polígrafo le ha permitido
desarrollar una muy prolífica y profunda obra escrita que sigue creciendo cada
día. Su pasión ante las cosas de la vida hace que asuma cada compromiso con
vitalidad y emotividad. De mí, solo diré que he pasado la vida en los más
extravagantes lugares y he conocido a las más controvertidas personas, todo lo
cual ha sido parte de la fuente de inspiración para mis trabajos.
Un
día, mientras los tres tomábamos café, se nos ocurrió la idea de darle forma a
un proyecto que llamamos “Reflexiones filosóficas”. Es así como durante todo
2017 y una vez al mes, nos estamos reuniendo en la prestigiosa “Cátedra Simón
Bolívar” de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de los
Andes para tratar los más sencillos y peliagudos asuntos propios del
pensamiento y de la vida. La idea es darle forma tangible al hecho de que por
una serie de causas y de fuerzas que han confabulado para unirnos, logramos en
un mismo sitio exponer los más disímiles y apasionantes asuntos propios de
quienes pasamos por la vida y terminamos haciendo un poco de ruido. Hemos
realizado un esfuerzo por invitar a las más admirables personas que marcan la
vida académica en la Universidad de Los Andes y como docentes, inspiran a
generaciones de estudiantes provenientes de todos los rincones del país. Una
iniciativa encomiable, que debe salir airosa, ante las adversidades propias de
los tiempos que corren.
Twitter:
@perezlopresti
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