Sin unidad, cualquier intento de carácter pacífico por tener un sistema de
gobierno diferente, es simplemente arar en el mar.
Para cualquier venezolano medianamente sensato que no esté de acuerdo con el
actual régimen, apostar a la unidad de los factores democráticos no sólo se ha
venido convirtiendo en un acto de fe sino en una genuina esperanza sobre lo que
va a ser su futuro personal. Existen elementos que complican esta unificación
de criterios y muchos son los mecanismos que potencialmente podrían hacer
viable que la razón se imponga.
Parte A
Comencemos por los primeros:
1) Mientras el PSUV se muestra como una estructura monolítica, los partidos
que lo adversan son un amasijo de fuerzas que lucen disociadas unas de otras. A
mi juicio pareciera que “hay más caciques que indios”. Si los grupos que
pretenden preservar sus espacios de poder no terminan de entender que deben
ceder en sus ansias de figurar en la escena política, el paso del tiempo
terminará por devorarlos.
2) En una lucha con desatinos, en la cual los egos han sido desafortunados,
se ha evitado la posibilidad de fusionar partidos políticos de talante
democrático que básicamente comparten los mismos principios que los
constituyen. Con tantos partidos políticos adversos al sistema de gobierno, el
elector percibe un desorden que le hace sentir poca seguridad por quienes se
muestran como los potenciales conductores del futuro de la nación.
4) Los partidos que adversan al actual gobierno subestiman al electorado
cuando señalan que lo que espera el colectivo es sólo la solución de los
problemas concretos del día a día. Esta premisa es falsa y en ella están
atrapados muchos de quienes intentan convencer al ciudadano común. Todo acto
político debe ir acompañado de un sistema de ideas que le dé esperanzas a un
conglomerado ávido por escuchar formas alternas a lo que se ha venido llamando socialismo
del siglo XXI: un modelo fracasado y anacrónico.
5) Ser político implica grandes riesgos y uno de ellos es apegarse a la
idea de que “la verdad propende a vencer a la mentira” en el curso del tiempo.
En muchos de nuestros compatriotas que fungen como líderes y promueven la idea
de un cambio, pareciera que les falta la dosis necesaria de autenticidad. Ser
político implica ser sagaz, pero sobre todo, ser auténtico y que esta
autenticidad sea percibida como real.
Parte B
Existen elementos a tener en cuenta que pueden
literalmente ayudar a “voltear la tortilla”:
1) Siempre se puede vivir en un país mejor. El actual gobierno pasa por su
período de mayor fragilidad en lo que se refiere a apoyo popular, lo cual lo
ubica en el momento más vulnerable desde su arribo al poder. Independientemente
de su investidura, el actual Presidente no es un hombre carismático e intenta
con mucha torpeza promover la dicotomía de pensamiento en el ciudadano, sin
lograrlo. Es mediano como figura de poder porque no está intelectualmente
formado; ni es demócrata ni es un estadista.
2) Si se desea cambiar algo, se le debe dar otra cosa en sustitución al
elector. Las trampas psicológicas hacen que en ocasiones se desee “lo malo conocido”
ante los riesgos de lo que provoca la incertidumbre. Sin embargo, es posible la
sustitución de una figura de poder débil por un ícono que devuelva la
esperanza. Los venezolanos idolatramos al “héroe” que se identifique con
nuestra identidad. La psicología de masas debe hacer su aparición en este
momento y realizar su trabajo.
3) Venezuela no es el país de Nelson Mandela ni el país de Mahatma Gandhi.
Es necesario aterrizar y entender que disociarse de nuestra identidad aleja al
político del ciudadano común. No somos un pueblo acostumbrado a grandes
sacrificios, por lo que el pícaro criollo sigue siendo admirado e idolatrado.
El político exitoso en Venezuela debe generar resonancia afectiva sin
desvincularse de lo ético, porque lo hundiría y condenaría. Debe ser un maestro
en el manejo de las emociones, porque somos un pueblo emotivo, no trágico.
4) La necesidad de cambiar de asesores es urgente. Cuando escuchamos a los
políticos tradicionales, vemos la repetición de un discurso mustio y caduco. Es
obvio que cambió la manera de hacer política en nuestra nación. Aquí se cumple
la fórmula de que “si lo que estás haciendo no da resultados, debes cambiar lo
que estás haciendo”. Ergo, el cambio de estrategias y de mejores consejeros es un reto inmediato.
5) Los procesos sociales comienzan, pero nunca terminan. Es por ello que la
política siempre va a existir y va a estar en el tapete de nuestra existencia,
siendo más relevante lo propositivo que la negación repetida. Nada seduce más
que quien nos pinta un nuevo y mejor escenario. El triunfo del desinterés
político (“antipolítica”) será pasajero y la necesidad de instituciones y
“estructura nacional” forma parte del espíritu de toda sociedad. No hay forma
de detener la historia de los pueblos. Para quienes deseamos un mejor país, seguir
adelante unidos es un imperativo.
Twitter: @perezlopresti