No podré olvidar los días en
que me iba caminando de noche desde el Centro Comercial Las Tapias hasta la
Hoyada de Milla, allá en la ciudad donde nací: Mérida, la de Venezuela. De ese
perímetro de recorridos repetidos he escrito un montón de textos y acumulado un
saco de maravillosas experiencias que hacen que los recuerdos de esa ciudad
sean un singular regalo de vida. Quisieron las circunstancias que, al graduarme
en la Universidad de Los Andes, en 1991, me fuese a recorrer mundo para
regresar en 1997 con la idea de establecerme para siempre en esa mágica ciudad
en la que me sentí como profeta en su tierra.
En 2017, luego de vivir a plenitud durante veinte años seguidos en Mérida,
me tocó emprender rumbo a otras latitudes.
Se migra porque es lo normal
Los fenómenos migratorios son
tan propios de lo humano, que negarlo sería un despropósito. El asunto no es si
migrar es justo o no lo es. Sería caer en una especie de autoflagelación hasta
el infinito. Lo cierto es que un montón de culturas y sociedades que hemos
admirado en el curso de la civilización se ha visto obligada al desplazamiento
forzado. La estampida de grandes masas humanas de un lugar a otro ha sido una
constante en la historia de la humanidad. El siglo XXI pareciera que está
marcado por las migraciones. Sobre las razones especulativas por las cuales se
termina migrando se dedicarán los historiadores y otros sesudos. Desde lo
pragmático, se migra para vivir mejor o simplemente para sobrevivir
También se migra para
conquistar
Aun con las mayores
desventajas, quien migra lleva consigo costumbres, creencias, formas de
comportarse, gustos deportivos, ideas religiosas, simpatías políticas y hasta
aficiones culinarias. Por eso todo migrante y más en el caso de las migraciones
multitudinarias, queriendo o sin querer, al migrar se está penetrando en el
alma de la nación del que recibe al foráneo hasta el punto de que sus propias
raíces cambiarán con el tiempo. Toda migración es una conquista. Sea de
espacios materiales o espacios culturales. Entenderlo es una manera de
facilitar el proceso. Desafiarlo solo retrasará la inevitable fusión cultural
propia de cualquier migración.
Impactos y sobresaltos
Las consecuencias de la
migración venezolana a nivel planetario siguen aumentando porque los factores
que la hicieron posible cada día empeoran. De ahí que es un fenómeno por lo
pronto imparable que siempre ha de merecer nuestra atención y por supuesto
nuestro serio interés. Desafortunados los liderazgos de los países que reciben
migrantes porque en realidad no tienen idea del extraordinario cambio cultural
que les espera.
Olas que van y vienen
Así como hay una posible luna
de miel con todo grupo humano que comienza a hacer vida en un sitio, de igual
manera eso está relacionado con resistencia y potencial rechazo. Son las olas
propias que experimentan los migrantes. Más temprano que tarde el tiempo
termina haciendo su trabajo y el proceso se materializa de manera resolutiva.
Las migraciones, en general, han terminado por ser de los mejores aportes
culturales a la historia universal. La miopía de miras que invade a estos
procesos en su fase inicial no deja que sean percibidos en su justa y positiva
dimensión. Una mala noticia es capaz de opacar a miles de fenómenos positivos
que están ocurriendo simultáneamente.
Mestizaje y camaradería
Al final, estos procesos migratorios
terminan por fusionar culturas y modificar identidades colectivas, dando lugar
a nuevas maneras de ser y replantearse la vida en sociedad. El tema migratorio
venezolano apenas está comenzando, para quienes no terminan de asimilar la
noticia y entender que son fenómenos que no se pueden detener. Guerra avisada
no mata soldado y si lo mata es por descuidado. La migración venezolana estaba
cantada y es insólito que los países de la región no se hayan puesto de acuerdo
para afrontarla y consensuar las mejores soluciones posibles. En ocasiones, la
improvisación parece ser la regla.
Mérida y sus bondades
La ciudad de Mérida no sólo es
bella de por sí, sino que se encuentra ubicada frente a la excepcional Sierra
Nevada, que es el comienzo de la gran cordillera de Los Andes Suramericanos. La
invitación a explorar la cordillera está a flor de piel y tanta montaña ha
hecho que los andinos venezolanos tengamos nuestro carácter y hayamos forjado
nuestras personalidades de manera muy singular. Entre tantas montañas, el alma
de cualquier ser se hace diferente y se va moldeando conforme la experiencia
del día a día nos permite transitar caminos de vida que algunos sentimos únicos
e incomparables. La cosmovisión de un andino es la que tiene el hombre del
páramo, para quien la vida es un reto a la supervivencia cotidiana. De esas y
otras cosas propias del vivir en su justa dimensión tiene sentido cavilar un
tanto.
Publicado en varios medios de
comunicación a partir del 29 de mayo de 2023.