martes, 30 de mayo de 2023

Aquellos días en Mérida



No podré olvidar los días en que me iba caminando de noche desde el Centro Comercial Las Tapias hasta la Hoyada de Milla, allá en la ciudad donde nací: Mérida, la de Venezuela. De ese perímetro de recorridos repetidos he escrito un montón de textos y acumulado un saco de maravillosas experiencias que hacen que los recuerdos de esa ciudad sean un singular regalo de vida. Quisieron las circunstancias que, al graduarme en la Universidad de Los Andes, en 1991, me fuese a recorrer mundo para regresar en 1997 con la idea de establecerme para siempre en esa mágica ciudad en la que me sentí como profeta en su tierra.  En 2017, luego de vivir a plenitud durante veinte años seguidos en Mérida, me tocó emprender rumbo a otras latitudes.

Se migra porque es lo normal

Los fenómenos migratorios son tan propios de lo humano, que negarlo sería un despropósito. El asunto no es si migrar es justo o no lo es. Sería caer en una especie de autoflagelación hasta el infinito. Lo cierto es que un montón de culturas y sociedades que hemos admirado en el curso de la civilización se ha visto obligada al desplazamiento forzado. La estampida de grandes masas humanas de un lugar a otro ha sido una constante en la historia de la humanidad. El siglo XXI pareciera que está marcado por las migraciones. Sobre las razones especulativas por las cuales se termina migrando se dedicarán los historiadores y otros sesudos. Desde lo pragmático, se migra para vivir mejor o simplemente para sobrevivir

También se migra para conquistar

Aun con las mayores desventajas, quien migra lleva consigo costumbres, creencias, formas de comportarse, gustos deportivos, ideas religiosas, simpatías políticas y hasta aficiones culinarias. Por eso todo migrante y más en el caso de las migraciones multitudinarias, queriendo o sin querer, al migrar se está penetrando en el alma de la nación del que recibe al foráneo hasta el punto de que sus propias raíces cambiarán con el tiempo. Toda migración es una conquista. Sea de espacios materiales o espacios culturales. Entenderlo es una manera de facilitar el proceso. Desafiarlo solo retrasará la inevitable fusión cultural propia de cualquier migración.

Impactos y sobresaltos

Las consecuencias de la migración venezolana a nivel planetario siguen aumentando porque los factores que la hicieron posible cada día empeoran. De ahí que es un fenómeno por lo pronto imparable que siempre ha de merecer nuestra atención y por supuesto nuestro serio interés. Desafortunados los liderazgos de los países que reciben migrantes porque en realidad no tienen idea del extraordinario cambio cultural que les espera.

Olas que van y vienen

Así como hay una posible luna de miel con todo grupo humano que comienza a hacer vida en un sitio, de igual manera eso está relacionado con resistencia y potencial rechazo. Son las olas propias que experimentan los migrantes. Más temprano que tarde el tiempo termina haciendo su trabajo y el proceso se materializa de manera resolutiva. Las migraciones, en general, han terminado por ser de los mejores aportes culturales a la historia universal. La miopía de miras que invade a estos procesos en su fase inicial no deja que sean percibidos en su justa y positiva dimensión. Una mala noticia es capaz de opacar a miles de fenómenos positivos que están ocurriendo simultáneamente.

Mestizaje y camaradería

Al final, estos procesos migratorios terminan por fusionar culturas y modificar identidades colectivas, dando lugar a nuevas maneras de ser y replantearse la vida en sociedad. El tema migratorio venezolano apenas está comenzando, para quienes no terminan de asimilar la noticia y entender que son fenómenos que no se pueden detener. Guerra avisada no mata soldado y si lo mata es por descuidado. La migración venezolana estaba cantada y es insólito que los países de la región no se hayan puesto de acuerdo para afrontarla y consensuar las mejores soluciones posibles. En ocasiones, la improvisación parece ser la regla.

Mérida y sus bondades

La ciudad de Mérida no sólo es bella de por sí, sino que se encuentra ubicada frente a la excepcional Sierra Nevada, que es el comienzo de la gran cordillera de Los Andes Suramericanos. La invitación a explorar la cordillera está a flor de piel y tanta montaña ha hecho que los andinos venezolanos tengamos nuestro carácter y hayamos forjado nuestras personalidades de manera muy singular. Entre tantas montañas, el alma de cualquier ser se hace diferente y se va moldeando conforme la experiencia del día a día nos permite transitar caminos de vida que algunos sentimos únicos e incomparables. La cosmovisión de un andino es la que tiene el hombre del páramo, para quien la vida es un reto a la supervivencia cotidiana. De esas y otras cosas propias del vivir en su justa dimensión tiene sentido cavilar un tanto.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 29 de mayo de 2023.

 



domingo, 21 de mayo de 2023

Noches de Bogotá

 


En el año 2002 me encontraba en el Hotel Tequendama y hubo varias amenazas de bomba que nos obligaron a abandonar el recinto. Fue tanta la conmoción que me cambié de hotel. Estaba agitada Colombia en esos días, en los que visité la Quinta de Bolívar, subí al Cerro de Monserrate, estuve en la asombrosa Catedral de Sal de Zipaquirá y disfruté de la Sabana de Bogotá, entre otras vivencias. De las muchas veces que he estado en Colombia, esa fue sin equívocos una de las más asombrosas por los lugares descubiertos. Ese mismo año ganaría como presidente del país Álvaro Uribe Vélez y la nación mejoró en materia de seguridad, entre otros tantos avances.

Bogotá de altura

Gentes de formas sobrias y hablar educado: Es fácil sucumbir ante las buenas maneras de los bogotanos y la sensualidad paralizante de sus hermosas mujeres. Bogotá es una combinación entre buen gusto, pasión y fuego. Un grupo de distinguidas personas me invitaron a una actividad social que se iba a realizar en el que era para ese entonces el edificio más alto de Colombia. Ubicado en la carrera Séptima con calle 24, la Torre Colpatria era y sigue siendo un ícono del potencial económico del país suramericano.  De casi 200 metros de altura y 50 pisos, cuenta en su nivel más alto con un mirador abierto. Entre 1978 y 1979 fue el edificio más alto de América Latina. La verdad es que me llamó la atención que el evento fuese en el sitio más elevado de la enorme edificación, al punto de que se llegaba al lugar programado a través de una escalera al aire libre. Como iba de subida, no miré hacia la enorme ciudad, que se desparramaba a los pies del rascacielos.

De ataques de pánico y otras menudencias

En lo alto, las luces verdes y azules oscilaban, dándole un aire irreal al ambiente, entre surrealismo y discoteca de los ochenta. Mesoneros con trajes ajustados se paseaban entre quienes allí estábamos, mientras el viento arreciaba al punto que llegué a pensar que iba a salir volando por los aires. Una señora visiblemente nerviosa se me acercó al oído y me dijo: “Como está el país, con tanto terrorismo y a estos se les ocurre hacer una celebración acá.” Creo que ese comentario actuó como una diana en mis pensamientos y un auténtico remolino de ideas aparecieron en mi mente a la velocidad de la luz, atropellándose una tras otra. Bombas amenazantes, guerrilleros a pocos kilómetros de la capital colombiana, explosiones que hacían dudar si valía la pena poner un pie en Colombia y un montón de ideas pasaban y volvían a pasar por mi cabeza. Fue cuando una ráfaga de viento me movió y en los oídos me apareció un zumbido cuando me percaté que estaba desarrollando un ataque de pánico. Literalmente el miedo me hizo perder la cordura.

Salvavidas y cosas de Dios

No tardé mucho en percatarme, en mi infinita ansiedad, que un psiquiatra tachirense estaba por acercárseme a saludar (así lo creí en ese momento) y sin perder tiempo, lo abracé con fuerza y le dije que tenía un ataque de pánico, que necesitaba su ayuda para salir de ese lugar y que por favor no me soltara. En mi desesperación, incluso en algún momento pensé en echarme al piso y el me haló con fuerza para que no lo hiciese. Me preguntó si era una broma de mi parte, pero creo que la cara de susto que cargaba lo convenció. Me dijo que juntos íbamos a salir de esa. En medio del acto social, abrasados nos dirigimos a la escalera y, sopesando cada paso mientras yo veía la infinita ciudad a los pies de la Torre Colpatria, en el más profundo de los temores bajamos por esas escaleras que se hicieron eternas. Llegamos al ascensor y yo me encontraba totalmente desencajado. Le di las gracias en medio de mi torpeza y me dirigí a toda velocidad al ascensor. Esa fue la última vez que vi a mi buen amigo, que me ayudó en tan inusual situación. Al llegar a la planta baja me acerqué al primer bar que vi y ordené un vaso con cuatro dedos de Etiqueta Negra sin hielo. La ansiedad se fue mitigando en la espesa noche bogotana. 

Epílogo

Pues quisieron las circunstancias que más de veinte años después, mi buen amigo me llamó por teléfono a Santiago. Estuvimos hablando un rato, recordando buenos tiempos y me dijo algo que no sabía. Él estaba en lo alto de la Torre Colpatria, le dio un ataque de pánico y me abrasó por miedo. La diferencia fue que él no verbalizó lo que sentía, sino que, en un acto de absoluta desesperación, vio que yo me encontraba ahí y no dudó en buscar ayuda. De esa manera, veinte años después me enteré de que el pánico era compartido, como también lo fue la estrategia de buscar socorrerse con un colega que afortunadamente estaba presente en ese momento y en ese lugar. Todavía me río y en ocasiones no puedo evitar la carcajada cuando evoco la situación. Dos psiquiatras miedosos, socorriéndose mutuamente para escapar de la altura de la noche bogotana y sus infinitos recovecos. Solo dos seres humanos ayudándose solidariamente a enfrentar un inesperado percance. Hace veinte años sentí miedo. Hoy lo celebro.

 

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 21 de mayo de 2023.

domingo, 14 de mayo de 2023

Nihilismo y felicidad

 


Por necesidad humana, a efectos de dar algún sentido a nuestra existencia, solemos transitar el laberinto de los idearios. Si no los podemos crear, volvemos a tomar los ya desarrollados, incluso aquellos que han demostrado varias veces su inexorable fracaso. De ahí que en el siglo XXI seguimos escuchando cantaletas desvencijadas, las cuales, cuando ya lucen impresentables se les termina por cambiar solo de formato de promoción. Vienen con un estuche nuevo. En términos etarios, son maneras de pensar propias de gente probablemente inmadura. El asunto se hace grave cuando esas banderas son enarboladas por liderazgos tradicionales. Los lobos suelen disfrazarse de ovejas y, a fin de cuentas, el camino del resentimiento tiende a ser efectivo.

Atrapados con salidas

A través de la censura, los grupos que fomentan el radicalismo contemporáneo han logrado apagar más de una voz lúcida. El fanatismo representa la imposibilidad de pensar y frente a ciertos alocados desatinos contemporáneos, es de esperar que surjan formas de resistencia, algunas igualmente fanatizadas. No existe el delito de opinión como tal. Satanizar el punto de vista del otro es una manera de ahuyentar voces disidentes que tratan de hacer ver cómo la contemporaneidad va elaborando discursos mentirosos, disociados de la realidad. El resultado: Una acción conduce a una reacción y si aparece un radicalismo, suele aparecer su polo más distante. Esta cosa propia de la dinámica social es más que conocida por los sospechosos habituales. Bajo la premisa de que fomentar lo radical tiende a ser una postura triunfadora, se apuesta por esta forma de pensamiento en desmedro de la convivencia sana.

Fragilidades democráticas

La convivencia democrática es atacada con furia porque es una forma de vivir en la cual se garantizan las máximas libertades humanas, incluyendo la libertad de expresarse. El gran salto cuántico occidental, que lo distancia del fanatismo de pensamiento, está representado por estirar la línea que mezcla lo religioso con lo político. En su esencia, son lo mismo. Sin embargo, en occidente se ha realizado un gran esfuerzo porque lo dogmático sea separado de la convivencia cotidiana, de manera de poder permitir que las personas piensen y cultiven aquello que les parezca adecuado. Alejado de esa tentación dogmática, lastimosamente surgen otras formas de rigidez ideológica que funcionan igual que los pensamientos fosilizados del mundo oriental, en donde la constitución de los países y los vetustos textos religiosos son exactamente la misma cosa. Ni siquiera la mitad de los países de la tierra ha logrado desarrollar sistemas en los cuales la democracia sea lo preponderante.

Épicas sin gloria

Quienes apuestan por “el amasijo de idearios”, tratan de mezclar en un solo bloque lo que en cualquier otro tiempo sería el equivalente de intentar fusionar vinagre y aceite. El asunto representa tal pereza de ideas que combina cuestiones gastronómicas con ideologías rancias. Hay fanatismos que se materializan en veganos, ambientalistas, indigenistas, feministas radicales, perversos sexuales, comunistas y un montón de etcéteras, los cuales se fusionan en un solo bulto de personas que trata de crear una falaz épica con relación a luchas falsas que enarbolan formas de vida que no permiten la convivencia social. Si las desglosamos, cada una podría tener un fundamento que en su abanico de posibilidades poseería un lado positivo (intentar construir vidas sanas) y un lado oscuro y negativo (fomentar prácticas abiertamente enfermas y autodestructivas). El problema de la contemporaneidad es que estas ideas son proclives a manifestarse juntas y esa fusión de posturas, que desde lo racional no tienen conexión entre sí, es uno de los grandes peligros de la contemporaneidad. Prima lo argumentativo sobre la lógica.

Fanatismo como método

El fanatismo, como expresión máxima de la barbarie humana, tiende a operar anulando al otro, desconociendo su punto de vista e incluso negándole la posibilidad de existir. El peor de los enemigos del ser humano es sin duda la expresión radical de las cosas, sin considerar las voces disonantes y sin la intención de tolerar la confrontación de las ideas. El debate es una parte esencial de la vida, porque permite que sea lo dialógico y potencialmente lo consensuado lo que salga adelante.  En la vida colectiva, la única manera que el ser humano ha logrado desarrollar para cultivar la armonía es la democracia. Hasta ahora ningún otro invento le aventaja. En democracia, incluso un nihilista y negador, que no tenga intención de expresar cuanto piensa ni cambiar lo que le circunda, se puede desarrollar ampliamente en el plano de los afectos y de los placeres. De ahí que el nihilista podría ser feliz en el único sistema que le garantiza su paz personal, sea porque tienda a negarlo todo o porque las prácticas parciales de sus negaciones van a ser respetadas. El nihilista feliz sabe que ni siquiera su forma de pensar puede ser cuestionada.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 14 de mayo de 2023.

martes, 9 de mayo de 2023

Recogiendo fragmentos

 


Sócrates toma el veneno y pasa a la historia porque Platón deja un registro de lo ocurrido. Pero no solo deja una obra en relación con su maestro, sino que, en los diálogos, probablemente, Platón hace de Sócrates y de esa manera maestro y discípulo se complementan al punto de que se hacen uno solo o se hacen múltiples para la posteridad.

En eso exactamente iba pensando camino al trabajo cuando tropecé con un montículo y pulvericé los huesos de mi pie izquierdo. El dolor me hizo aterrizar a la dura (y dolorosa) realidad de la cotidianidad y me neutralizó por varias semanas.

Lo cotidiano

No dejo de sorprenderme de cómo los seres humanos somos capaces de llevar una vida con sus sinsabores y alegrías a la par de tratar de desarrollar un esbozo de aporte que nos permita despegar del suelo en un intento heroico por abrazar otros ámbitos. Desde el anhelo de disfrutar la vida hasta poder dar orden a nuestras ideas, el desafío de existir pasa por insondables escenarios en los que la diversión y el semblante enjuto deben ir uno tras otro, en la medida que pasan las horas y los días. A veces me sorprendo de cómo somos capaces de asomar la más adusta de las disciplinas a la par de bailar en medio de la noche. Sócrates no temía al hecho de desplegar sus argumentos y controvertir las ideas de sus oponentes en el bullicio de la plaza. Ese era su sino y con él fue consecuente. Las repercusiones de asomar lo que pensaba y de sombrear a sus adversarios le generaron un costo elevado. El precio de pensar, que en su caso era pensar diferente a como lo hacía la mayoría no solo fue temerario sino mortífero.

La vida es una fiesta

Con lámpara en mano, me asomo por los infinitos laberintos de las incertidumbres y agradezco encuentros reales y ficticios que me han permitido correr hacia adelante. En uno de esos intentos por correr, el tropiezo puede aparecer, lo cual nos obliga a minimizar la velocidad de la marcha. Cada vez que bajamos la intensidad de la carrera, la circunspección y la invitación a meditar aparecen. Hacemos uso de un buen bastón para caminar serenamente mientras vemos de cerca y a la distancia el camino de la realidad y sus múltiples posibilidades de materialización. Como en el teatro de máscaras, vamos ocupando roles dependiendo del fragmento del guión que nos corresponde representar. Por eso, podemos un día llorar en la mañana y destornillarnos de risa en la noche. El carrusel de emociones a veces anda con el piloto automático encendido. Imagino a Platón, viajando por el mediterráneo, incursionando en la política y el revés que eso significó. El genio fallido al momento de intentar materializar sus ideas. Ese ingenio pudo aterrizar en La Academia, en la cual logró enseñar y fomentar la admiración por las ideas. ¿Es posible que queden todavía espacios para la originalidad? ¿Después de la tormenta aparece la necesaria calma o solo es un espejismo?

La dolce vita

Los encuentros con lo artístico son un desafío que nos posibilitan ampliar la visión del mundo, como cuando nos acercamos a una buena película o nos refugiamos en un gran libro. Son islotes que nos permiten recorrer distintos escenarios mientras nos cobijamos en nuestro mundo interior. Esa intimidad se va expandiendo en la medida que logramos explorar los universos representados por lo creativo. El asunto logra su máximo clímax cuando podemos compartirlo con nuestros afectos cercanos. Entonces le colocamos combustible al fuego de nuestros intereses y se expande el gusto por aquello que vivimos y logramos, de esa forma, extraer hasta la última savia de lo experimentado. Esperar a Godot no es suficiente para los temperamentos que desean probar las mieles de la existencia. Existe en algunas personas un espíritu lleno de inquietudes que los predispone a asomarse a los más variados ámbitos. Un montón de aventureros marcaron el camino de quienes venimos después. Se les agradece el esfuerzo y se valora lo que hicieron. Otra postura sería menos que deleznable.

Vida, tormento y celebración

Si la vida parece una fiesta o adquiere el carácter de ceremonia esquiva es un asunto de tiempo. En el arte de existir, bien se puede pasar de un extremo a otro en un santiamén. De ahí que la posibilidad de hacerle un guiño a la existencia o tratar de seducir al tiempo y hacer que juegue a nuestro favor, son tentaciones en las cuales, necesariamente, debemos caer. Sócrates desafía a los sofistas de su tiempo y los vence. Como consecuencia, es juzgado y termina por tomarse el veneno. En ningún momento se arrepintió de lo que hizo y lejos de conflictuarse con relación a la injusticia que se comete al juzgarlo, su Apología lo inmortaliza. Perturbado por la decisión de su maestro, una profunda herida habrá de marcar a Platón para siempre y su dolor cristaliza en un conjunto de diálogos en los que desarrolla ideas elevadas y rastreras y abre las puertas a una manera de conceptuar la realidad. 



Publicado en varios medios de comunicación a partir del 08 de mayo de 2023. En el diario El Universal de Venezuela el 09 de mayo de 2023.