Sería necio no aceptar que han existido grandes conspiraciones en el curso de la civilización. Organizaciones secretas, grupos al margen de la ley, transgresores de oficio que se Inter vinculan para generar caos, revoluciones puestas en marcha de manera simultánea por los mismos cabecillas, en fin, una buena tajada de la historia humana. Con eso estamos familiarizados, porque es propio de lo humano la tendencia a romper con el equilibrio. La no aceptación al otro es parte de nuestra esencia como especie que propende a las contrariedades. En esta parte del siglo, con nueva una geopolítica que parece indetenible, desde la poderosa China aparece un virus y se trastoca la historia. Un terreno impensablemente fértil para cualquier especulación de quienes tienden a creer que el eje central de la vida es lo conspirativo.
Vacunas y antivacunas
Como ya lo hemos señalado en trabajos previos, es tan propio del pensamiento la tendencia a buscar la exactitud y la certeza, de la misma manera, lo especulativo y ausente de fundamento también es certeza para muchas personas. La incertidumbre, si bien es propia de los fenómenos físicos y humanos, en el ámbito emocional es inaguantable. Cuando un grupo de antivacunas se expresa, en realidad lo que hace es aferrarse a la posibilidad de que las vacunas son dañinas y son parte de un plan conspirativo. Eso es certeza para ellos. De la misma manera, quienes insistimos en el carácter científico y necesario de ser vacunado como mecanismo para vencer a la pandemia, también estamos preconizando lo que consideramos certezas. Son maneras de asumir la existencia a tal punto que se generan paralelismos perfectos. El asunto, para el hombre de pensamiento, muchas veces no es saber quién tiene la razón, sino porqué y para qué las personas asumen las distintas posturas en la vida.
Conspiraciones y poderío
Quien ejerce el poder y tiene la necesidad de implementar una determinada acción porque le parece beneficiosa para la mayoría de las personas, en muchas ocasiones, y de manera indefectible, tendrá que generar acciones que parecen o son actos forzosos. Creo que la mejor manera de predicar es con el ejemplo y cada vez que me preguntan por la vacuna, explico que me he colocado tres dosis (o dos dosis y un refuerzo). En ese caso, no solo estoy validando la importancia y necesidad de vacunarse, sino que lo hago conmigo mismo. La posibilidad de verificar la acción de una vacuna se puede medir, comparar y replicar, lo cual constituye un terreno propio de lo científico y no de lo especulativo. Las vacunas representan a quienes creemos en las bondades de la ciencia. Los antivacunas representan a quienes desconfían de sus bondades al punto de convertir sus preceptos en actos de fe. La vacuna ha ido ganando terreno conforme pasa el tiempo. Enhorabuena que así sea.
El futuro del hombre
De pandemia, se pasará tarde o temprano a endemia y aprenderemos a convivir con este y con cualquier otro virus que aparezca. En algunos países ya se ha naturalizado la idea de que la pandemia vino para quedarse y se están creando fábricas para poder producir vacunas a granel. Si algo nos dejó claro la experiencia del Covid es lo vulnerable que somos como especie y a la vez lo hiper adaptativos que solemos ser. Con propensión a adaptarnos a casi cualquier cosa, el ser humano está condenado a sobrellevar cargas que jamás deberían caer sobre sus hombros. En eso se nos ha ido la gran historia de lo humano, en generar espacios y tiempos de equilibrio que nos estructuran, para luego generar desequilibrios que forman parte del continuo de la existencia. Ese tira y encoje es la esencia de lo social. En ese terreno anidan los negacionistas, que piensan como los antivacunas y tratan de refutar las cosas más tangibles que han ocurrido en la tierra. Los negacionistas, hermanados con los “consparanoicos”, llegan al extremo de negar el holocausto.
La esperanza. Nuevamente la esperanza
De
esperanza no solo se vive, sino que tal vez sea el motor que impide que venza
la oscuridad y la muerte. Cuando Víctor Frankl estuvo en el campo de
concentración, pudo ver cómo algunos judíos obtenían prebendas al ponerse del
lado de los Nazis. La idea de salvarse como fuese deja de lado lo moral y lo
ético. El ser deja sus escrúpulos a un lado y se convierte en una
monstruosidad. Víctor Frankl, el psiquiatra judío que sobrevivió a un campo de
concentración, desarrolló una técnica psicoterapéutica y escribió el libro El
hombre en busca de sentido. Se aferró a dos ideas futuristas
(esperanzadoras) para poder tener algo por lo cual vivir. Una era la de
reencontrarse con su esposa, quien también estaba confinada. La otra: El poder
reescribir el libro que le fue arrebatado y destruido cuando entró al campo.
Cuando de manera milagrosa y documentada en su libro, sale libre, no se
reencuentra con su mujer, porque ha sido asesinada. Entonces se propone a
terminar su obra, la cual agradecemos.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 26 de octubre de 2021.