"Para todos y para ninguno" F.N. - El Blog de Alirio Pérez Lo Presti - Twitter: @perezlopresti Instagram: perezlopresti
miércoles, 18 de febrero de 2015
El caballo y el dragón
sábado, 14 de febrero de 2015
El pececito
jueves, 12 de febrero de 2015
La rebelión de las masas
Esta tradición ha sido particularmente relevante en Hispanoamérica y la importancia de la prensa en esta labor ha sido fundamental para poder entendernos como sociedad. En las páginas de opinión de la prensa escrita de Hispanoamérica brilla el talento y deslumbran los intelectuales. Para ejemplo basta con señalar la obra en artículos de opinión construida por hombres de la talla de Miguel de Unamuno, Francisco Umbral, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa sólo para citar algunos.
La rebelión de las masas es uno de esos libros ante los cuales es difícil permanecer “neutral”, puesto que no sólo conmina a la reflexión sino que induce a que se tome partido con respecto a las propuestas del talentoso filósofo madrileño. Para Ortega, la misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político. “Ser de la izquierda, es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras de ser un imbécil: Ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. La política es una manera de vaciar al hombre de soledad e intimidad, y por eso la predicación del politicismo integral es una de las técnicas que usan para socializarlo.
Por mi parte siento que independientemente de los grados de conflictividad política que una sociedad pueda presentar, forzosamente muchos habrán de culpar a la política y a los políticos de sus desafueros y falta de “asertividad” en el plano personal. A fin de cuentas siempre es más fácil culpar a otros de nuestras miserias. Un amigo me preguntaba qué podía hacer para cambiar la dinámica nacional además de votar el día convenido y mi respuesta es la vieja fórmula con la cual tratamos de mantenernos más o menos adaptados y productivos. Le dije: - Si sientes que no puedes cambiar a tu país, por lo menos haz lo posible para que el país no te cambie a ti. Necesario es tener presente que la vida pública no es sólo política, sino a la par y aun antes, intelectual, moral, económica; comprende los usos colectivos e incluye desde el modo de vestir hasta la forma como nos divertimos.
La rebelión de las masas comenzó a publicarse en un diario madrileño en 1926, y cuando el autor trata del tema americano, a mi juicio tiene tanta vigencia como cuando fue editado. América, lejos de ser el porvenir, es, en realidad un remoto pasado porque sigue representando el primitivismo, como bien lo dijo Ortega en su intento acrobático por tratar de comprender su propio tiempo. La tesis de Ortega sobre el hombre-masa cobra más vigencia conforme va pasando el tiempo, constituyendo un eje central de la obra, desarrollando la premisa de que la vulgaridad sobresale como un derecho.
Fue en La rebelión de las masas donde entendí que la famosa frase “cualquier tiempo pasado fue mejor” no sólo es desatinada, sino que representa una gran mentira. Lo que sí parece sensato es que el pasado no nos dice lo que debemos hacer pero sí señala lo que debemos evitar. A veces, la opinión pública no existe. Una sociedad polarizada dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando. Y como a la naturaleza le horripila el vacío, ese hueco que deja la fuerza ausente de opinión pública se llena con la fuerza bruta. A lo sumo, se adelanta ésta como sustituto de aquella.
Otro elemento a destacar el la obra del español es la capacidad de poner al alcance de grandes mayorías, asuntos aparentemente complicados y viceversa: Es capaz de hacer que las banalidades muestren sus más profundos aspectos y en lo cotidiano logra desentrañar profundidades abismales.
Como buen pensador que escribe, Ortega posee el brío temerario para exponer sus ideas, pudiendo caer en alguna contradicción; mas siempre he sostenido que el hombre carente de “espíritu contradictorio” debe ser un fanático. Ni más ni menos, la ausencia de espíritu contradictorio es sinónimo de ausencia de inteligencia. Por la capacidad de convencimiento de Ortega y su brillantez estilística, dejó una huella imborrable en hombres que manifestaron públicamente su admiración, como nuestros connacionales Ludovico Silva y Arturo Uslar Pietri.
Ante la preocupación de la decadencia o muerte de la filosofía, ocupación inherente a la misma, Ortega lo deja claro: La filosofía no necesita protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad, y con ello se libra de toda supeditación al hombre medio.
A la postre, La rebelión de las masas es “un ensayo de serenidad en medio de la tormenta”.
domingo, 8 de febrero de 2015
El hombre del martillo
miércoles, 4 de febrero de 2015
El café de “El Viento”
Esta es la historia de cómo probé el mejor café de mi vida. Eran tiempos en los que a lomo de mula trabajaba como “médico rural” en distintos lugares de la geografía nacional. En esa ocasión me tocaba ir a pasar consulta en una aldea distante de la ciudad de Mérida llamada “El Viento” (Guaimaral). En vista de que el Arzobispo iba a realizar distintos actos religiosos como bautizos y bodas, la comunidad solicitó mi presencia para que simultáneamente, mientras un grupo de personas se ponía al día con el cumplimiento de los sacramentos, otro grupo aprovechara e iba a “chequearse” con el médico que llegaba sobre “una bestia”. Algunas garrapatas se incrustaron en mi espalda y la enfermera, con amabilidad, me las sacó con pinza.
Luego de una larga jornada de trabajo, en donde tratamos desde niños con parasitosis hasta casos severos de patologías pulmonares, pasando por rigurosos asesoramientos en materia de prevención de embarazos no deseados, con indicación de anticonceptivos orales y colocación de dispositivos intrauterinos (DIU), el dueño de la casa en donde nos alojábamos me ofreció “un cafecito tinto”, me dijo que era de su propia cosecha, que él mismo lo había tostado y molido y apreciaba con generosidad si le expresaba con total sinceridad cómo me parecía la calidad del café.
En un pocillo de peltre bellamente adornado, probé sorbo a sorbo un café como ninguno que hubiese probado antes. De buen cuerpo y profundo aroma, mis papilas gustativas y mi prominente y útil nariz, me daban la oportunidad de disfrutar uno de los sabores más exquisitos que haya experimentado. Era el mejor café del mundo. El café de “El Viento”.
Como la vida da vueltas, seguí trabajando en numerosos lugares y viviendo situaciones inéditas a lo largo y ancho de Venezuela en carácter de médico. Seguí tomando café en forma casi legendaria, pero, muy a mi pesar, ninguno como el que una vez y sólo una había probado en aquellas hermosas tierras de los Andes.
Se dieron las circunstancias para que el grupo de personas que me había invitado a la localidad de “El Viento” (Guaimaral) lo hicieran por segunda vez al año siguiente. Pero esta vez las circunstancias eran diferentes. Un día gris y frío hacía contraste con el soleado y cálido del año anterior. Una tormenta eléctrica hizo su aparición, luego de varios meses de sequía y el Arzobispo no nos acompañaba, así que la afluencia de pacientes fue poca. Por las veredas corrían ríos de aguas que terminaban creando pozos de barro en los que la mula a veces patinaba.
Cuando llegué a “El Viento” volví a la casa de quienes me habían invitado y dado posada. Había un chiquero con siete cerdos que impregnaba el aire del ambiente. Imagino que la lluvia arreciaba la pestilencia.
Igual hice mi trabajo y valoré niños con cuadros diarreicos y mujeres embarazadas que no habían recibido ningún control prenatal. Incluso, junto con la enfermera de la zona, pudimos practicar alguna cirugía menor. Terminamos la faena y a pesar de que el número de personas no fue tan nutrido, nos ufanamos del trabajo realizado. Era ya cerca de la hora de cenar cuando el mismo hombre que me había ofrecido el mejor café que había tomado en mi vida un año antes, comenzó a darme multiplicidad de razones por las cuales se había malogrado la cosecha de café. Que el verano había sido muy recio, que apenas hasta ese día era que había llovido, que se vio forzado a comprarle parte de la cosecha a un campesino de un sembradío cercano y que este año la cosecha de café no había sido lo mismo.
Igual me ofreció el café que tanto había elogiado el año anterior, con la hediondez que despedían los cerdos, la misma taza de peltre, pero mallugada por los golpes y los adornos casi borrados por el uso. Con un aire denso de humedad y malos olores probé por segunda vez el cafecito.
La insólita presencia de infinitud de aromas (olores que impregnaba
hasta el último rincón de mi nariz), que de manera combinada estallaban en una
espléndida y contrastante armonía; el placer de volver a tomar por segunda vez
el mejor café del mundo me hizo olvidar que las circunstancias eran distintas,
o tal vez porque las circunstancias eran diferentes, me parecía que esta vez el
café era mejor que el primero, entonces caí en cuenta que estaba bebiendo el
mejor café que había probado en mi vida. De nuevo pensé en lo afortunado que
era por experimentar esa vivencia. Esta vez de manera mucho más relevante, pues
era un placer repetido, por consiguiente “mucho más placentero”.
domingo, 1 de febrero de 2015
El experimento siniestro
Al ser una sociedad carencial desde el punto de vista afectivo e intelectual, el proyecto político propiciado a través del fallecido Presidente anterior se basó en el manejo de un relato en el cual sólo cabía la posibilidad de ser un ciudadano de uno u otro bando. Este discurso extemporáneo, dicotómico, divisionista y efectivo, llevó de inmediato a la confrontación entre pares que todavía no hemos logrado superar del todo. Se basa en la repetida y falsa premisa “si no estás conmigo, estás contra mí”.
El origen de esta técnica de confrontación tan efectista es en realidad la resurrección del método ortodoxo marxista de fomentar la lucha entre ciudadanos. En plena Revolución Industrial, y aplastado por unas condiciones laborales y sociales infrahumanas, el brillante académico Karl Marx desarrolla la tesis de fomentar la pugna entre habitantes. Lo hace asentado en tesis inherentes al positivismo que acompaña a las ciencias naturales del siglo XIX, pero en particular basado en los trabajos de Charles Darwin.
Karl Marx genialmente da vueltas a la idea darwiniana y propone la lucha de clases como método para imponer una nueva sociedad. Al ser método y ser acto, es por lo tanto una acción de carácter política. En Venezuela estamos viviendo elementos inherentes al “pragmatismo ortodoxo marxista” con los resultados que se han obtenido cada vez que la fórmula se aplica. La materialización de este procedimiento se le suele denominar “socialismo real” y constituye una receta.
Son muchas las consecuencias previstas e imprevistas de todo este experimento social que estamos viviendo. Señalaré sólo algunas, a manera de ejemplo, porque todavía hay quienes piensan que el actual modelo está desvinculado con el marxismo.
1) Cada una de las veces que el socialismo real ha sido aplicado, es llevado de la mano por las fuerzas militares. Militarismo y socialismo real han ido siempre juntos. Es imposible uno sin el otro, porque es lo que impide la sublevación ciudadana.
2) La creación de milicias, fuerzas paramilitares (en Venezuela se les llama “colectivos”) siempre han sido un elemento de control social que permite la perpetuación del socialismo real. Puede terminar siendo un arma de doble filo al escapar del control del estamento militar, lo cual ya ha pasado en nuestro país (históricamente existen antecedentes de que esto ya ha ocurrido en otras sociedades).
3) El cercenamiento de las libertades individuales lleva a la censura y a la autocensura. El padecer una persecución de carácter político tal vez sea de las peores calamidades humanas. La disidencia atemorizada es más fácil de controlar.
4) Por ser una estructura de poder autocrática centralizada, la división de los poderes públicos no tiene cabida. En nuestra nación da lo mismo el poder ejecutivo que el judicial. Sin división y autonomía de los poderes no existe un sistema democrático. Por esta razón nuestro sistema de gobierno está reñido de los sistemas republicanos, aunque siga habiendo elecciones. Todavía no hemos entrado en el siglo XXI.
5) La autocrítica forma parte de estrategia porque permite dilatar las tensiones de los “militantes”. Cuando existen voces disidentes dentro del “proceso”, son aisladas del sistema, se les estigmatiza y reprende. En los estados de carácter autocrático, como el nuestro, es frecuente la aparición de cartas señalando mea culpa y otras recetas parecidas. Por otro lado, las críticas de los demócratas (fuerzas que se oponen al socialismo real) siempre son incómodas y amedrentadas.
6) Es imprescindible aplicar castigos a algunas figuras de poder. Lo contrario lleva al caos del propio sistema. Las ocasionales acusaciones de corrupción son metódicamente aplicadas para lavar la cara del régimen. Son sacrificados y sacados de juego. En ocasiones por un tiempo, otras veces para siempre.
7) Como el modelo es inviable, el discurso requiere en ocasiones flexibilizarse de manara falaz, en aras de seguir manteniendo el control de la vida de los ciudadanos. Crear y amparar las esperanzas para mantener la ilusión sembrada.
A pesar de todo, seguimos siendo un pueblo solidario, amistoso, festivo y con tendencia a ser fraternos. Lo esperanzador es que hasta ahora, a pesar de todo lo vivido, no hemos dejado de ser venezolanos, lo cual lleva a pensar que es un socialismo “a la venezolana”, haciendo que la atmósfera que lo circunda tenga un carácter de “festividad tragicómica” que lo concibe distante de la forma como lo han vivido otros pueblos. Aquí ha corrido la sangre, pero paradójicamente sigue habiendo fiesta. En otros confines donde el experimento se ha llevado a cabo, la fiesta no lo ha acompañado.
Twitter: @perezlopresti